Hace un rato volví a verte. ¿Después de
cuántos años? Volví a mirarte. Miré tu retrato. Una foto que te tomaron en una
fiesta, una foto en la que te ves muy bien, guapísima. Ahí estás, feliz. No sé
si casada o soltera, si con hijos o libre de esas obligaciones. Divorciada tal
vez, cada vez somos más los del club. Mi nostálgica curiosidad me llevó a
indagar más de ti, pero tienes un perfil restringido que no permite ver nada a
menos que uno sea tu “amigo” de facebook. Y aunque me atreviera a enviarte una
solicitud sé que no la aceptarías.
Se te ve extraordinariamente bien. Los
años te han sentado de maravilla (vaya cliché). No sé que pensarías de mí al
verme. Quizá nada. Quizá yo no fui eso que tú fuiste para mí. Lo que pudo o no
ser pero no fue debido a mi cobardía. Nunca pasé de mirarte, con mi cara de
imbécil, mirarte y mirarte, sólo eso; encontrarme algunas veces con tu mirada,
lleno de pena, y agradecer la belleza de ello, para huir un instante después
sintiendo todo el cuerpo paralizado por la adrenalina y la cobardía.
Aunque viendo las cosas en perspectiva –sin
querer justificar mi cobardía– creo que yo todavía estaba obsesionado con mi
exnovia. Todavía la miraba anhelante, la pensaba, deseaba estar con ella. Lo
que pudiera haber pasado no puedo saberlo, tal vez eras tú el martillo que
sacaría aquel clavo tan enterrado. Tal vez no.
Tengo que terminar unos reportes y voy
atrasadísimo. Y mira cuántas cosas me han venido a la cabeza debido a esa foto
donde apareces tan sonriente y te ves tan guapa.
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