Ya son cuatro añotes de este mi querido –y espero que de ustedes también– blog. Ya es un rato. Trescientas veintidós entradas después de ese "porqué", de que me decidí a dar ese paso, a esconder esos infantiles miedos cargados de vanidad que te dicen que mejor no muestres lo que escribes por si a los demás no les gusta, que te hacen creer que no podrás tolerar una crítica o un comentario contrario.
Hace cuatro años mi vida era distinta. Hace cuatro años, escribía
cuando se alineaban una serie de factores: que tuviera tiempo, que tuviera
ganas de decir lo que pienso, que no surgiera algo más sencillo o inmediato que se robara mi atención, y no sé cuántas cosas más. O sea, casi nunca pasaba.
Hace cuatro años abrí este blog, sin más esperanza de que me leyeran
algunos amigos y familiares que quizá atraídos por el morbo de ver qué clase
de cosas estaría escribiendo, o quizá por el cariño, como apoyo a mi reciente
esfuerzo. No imaginaba que existieran personas al otro lado del mundo que pudieran
concurrir en esta casa virtual donde he podido conocer a tanta gente valiosa, a
tanta gente que me ha regalado un comentario, que me han dado una alegría
inimaginable, que me han llenado el alma como no imaginé, gente con la que ahora
tengo una amistad.
Creo que aquí está gran parte de mi vida. Está mi felicidad y algunas tristezas, están mis gustos, placeres, obsesiones y fetiches; mis recuerdos, mis pensamientos, mis pataleos inútiles, las cosas que se me han ocurrido y que he compartido con quienes me han brindado su compañía. Están sus letras y sus saludos y sus palabras generosas y su amistad a través de la distancia. Hay demasiadas cosas en esta pequeña casa virtual y lo celebro.
Muchas gracias a todos.
Muchas gracias a todos.
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