Haciendo alusión a un popular anuncio de
camionetas yo preguntaría: ¿Y las películas apá?
Dónde jodidos me han puesto las películas.
Ni siquiera las personas que leen más libros –esos que se leen algo así de un
libro por semana– leen más que lo que ven películas, sea en un cine, la sala de
su casa o en el celular. Ahora pensemos en las personas medianamente “cultas”
con ciertas nociones de las cosas trascendentes y algunas tonterías banales,
leeremos (porque creo estar en este grupo), algo así como un libro por cada
diez o veinte películas, quizá más, algunos leemos lento, y luego están los
juegos de beisbol y los partidos de básquet, o la chela con los amigos y la
noche de pasión.
Pero pienso que escribir en esta triste
frase “las películas” la banalizaría totalmente, lo que la haría perder el
glamour que le da la fuerza necesaria para que la gente de este grupo snobizado
la comparta con tanto orgullo: esos que leen y toman café.
Porque no vamos a hablar del grueso de la
población que no lee ni lo que le piden leer en la escuela o que leen los pies
de foto y los títulos en las revistas del corazón. Seamos conscientes.
Aunque ya en estos tiempos –tan olvidados
de dios y sus apóstoles– creo que lo de verdad difícil será lo de una charla
profunda acompañada de un café (aunque todos sabemos que yo preferiría
acompañarla con algo que tenga alcohol). Imaginen una charla y un café sin
interrupciones de whatsapp. Antes de eso, alguien se leerá el Quijote en una
semana.
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