No sé qué porcentaje de la población con
redes sociales sea adicta a tomarse autorretratos –que para fines de que suene
más cool llamaré selfis– pero es un
buen porcentaje. De este número de personas adictas a la veneración de su
rostro hay otro porcentaje, cada vez menor –porque eso no es cool–, que se toma fotos con sus hijos (tener hijos es lo no cool, no tomarse selfis), fotos en
las que casi siempre los involucrados aparecen haciendo muecas y gestos que
muestran una felicidad extrema.
Pienso –porque soy un malpensado– que esos
niños serán, no muchos años después –porque se inauguran perfiles de facebook
desde la temprana adolescencia o antes– muchísimo más adictos a mostrar su
rostro todos los días de lo que fueron sus padres en sus días de mayor gloria
selficera. Algo natural, pues lo heredaron y lo mamaron. Si tienen
autorretratos desde que tenían pocas horas en el mundo.
Es lo más lógico.
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