Me gustan los sonetos. Quienes están conmigo de hace tiempo lo saben. Éste, como casi todas las letras, llegó solo, porque tenía que llegar. Llegó de una forma curiosa, el primer verso es parte de un comentario que le dejé a Gavrí en un escrito muy bello sobre su reciente nueva paternidad. Me gustó eso que acababa de teclear y al revisarlo tenía once precisas sílabas. Luego me puse a jugar con las palabras. Al final, la mano de mi admirada Morgana, corrigiendo y enseñándome. Y aquí está:
Vamos con un puñado de asegunes
repletos los bolsillos hasta el tope,
blandiendo las ideas de algún miope,
maestro en los lugares más comunes.
Con la elegancia torpe de los lunes
regamos el prejuicio a gran galope.
La ignorancia se sube hasta que cope
el vaso y aun así salen impunes
quienes defienden siempre su tontera
sin cansarse jamás siquiera un poco
como si en ellos la vida les fuera.
Y el que no piensa igual parece loco,
aquel del que la gente siempre riera:
un simple pobre diablo mal del coco.
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