miércoles, 4 de abril de 2018

más de la muerte


A Jesús Sánchez Ruíz

He hablado en los dos posteos anteriores –en mayor o menor medida– de la muerte. De esa conocida que es algo así como un pariente lejano que ha tenido una vida indigna y de la que por tanto nadie habla, y cuando se le llega a mencionar no falta la mirada reprobatoria de dos tías que fruncen el ceño al momento y de una más que cambia el tema: “de esas cosas no se habla”.

Creo, como le respondía a Isabel (Tara), que no sabemos nada. Cada quien cree lo que quiere, o lo que puede; lo que le enseñaron, pero nadie sabe qué va a pasar ni cómo. Aunque muchos afirman saber cómo son las cosas.

Nadie está lo suficientemente entrenado para saber aceptar la muerte, me ha dicho Silvio, pero yo creo que además de eso, nos entrenan para no saber afrontarla. Parece que todo el mundo quisiera nunca morir y que seguir vivo a toda costa es el objetivo principal. Al menos es lo que veo en mis rumbos.

Lo que sí sé (eso creo, jajaja), es que todos quisiéramos una muerte rápida y sin dolor. Aquella de quedarse dormido y ya no despertar. La verdad es que ya no sé si eso es casualidad o el premio por una vida no tan indigna. Yo también la quisiera pero con una buena borrachera previa, y así hasta me evito la resaca.

Otra cosa que sé, es que la muerte rápida no tiene despedidas, y esas tienen su valor. Para el que se va y los que se quedan.


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