Me pareció verte bastante extrañada cuando te mencioné mi afición
por las canciones tristes. Me miraste con unos ojos que no me conocían. Unos
ojos sorprendidos ante este hombre al que conoces tan bien. Quizá no fue así,
quizá sólo malinterpreté la forma como me mirabas. A esa hora ya estabas
cansada, e ir a la Ciudad de México siempre agota, desde los ojos hasta el
corazón.
Aunque quizá sí sea como en ese momento creí, porque me puse a
darte ejemplos de canciones que me llenan y a tratar de explicarte esta afición
por los acordes tristones y pesarosos, y no me detuviste diciendo que ya lo
sabías como otras veces haces, quiero pensar que más por hacerme saber que me
escuchas cuando te cuento mis cosas que por mostrar apatía ante lo ya
escuchado.
Unos días después vino a mi mente esa charla en la espera del metro,
esa sorpresa mía ante tu desconocimiento mío: tu extrañeza.
Cuando estábamos juntos, esas canciones tristes se limitaban a pasar lista en mi repertorio, están ahí porque son mías, pero estaban relegadas por las del amor bonito, esas que a veces me mojan los ojos aunque yo no quiera: Te lo pido por favor, ¿te suena? Mi vida. Lo pasado pasado, Abrázame muy fuerte, Si quieres, Amor del bueno (la del cuchillo y la mantequilla), ¿Tú de qué vas?, Amanecí en tus brazos, Cuando sale la luna y varias más.
Cuando estábamos juntos, esas canciones tristes se limitaban a pasar lista en mi repertorio, están ahí porque son mías, pero estaban relegadas por las del amor bonito, esas que a veces me mojan los ojos aunque yo no quiera: Te lo pido por favor, ¿te suena? Mi vida. Lo pasado pasado, Abrázame muy fuerte, Si quieres, Amor del bueno (la del cuchillo y la mantequilla), ¿Tú de qué vas?, Amanecí en tus brazos, Cuando sale la luna y varias más.
Tendré vocación por la tristeza pero también soy un cursi, amor mío.
Y era un cursi enamorado. Eso sí lo sabes perfectamente.
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