Al terminar de escribir esas últimas letras
se quedó mirando fijamente la hoja sobre la que las había escrito, releyendo
cada palabra sobre el papel. Estaba satisfecho. De no haberlo estado hubiera
tenido que enmendar las incorrecciones y transcribir a otra hoja todo aquel
discurso sobre el silencio. Dejó el bolígrafo sobre la mesa y fue a la cocina
por un vaso de agua. Lo sorbió despacio mientras daba pequeños pasos mirando
por la ventana. Se acercó a ella y contempló la ciudad. Aunque muchos decían
que tenía una vista espectacular desde lo alto de su apartamento para él sólo
era una acumulación de casas y edificios, no veía lo grandioso que muchos otros
decían admirar. “Si acaso es lindo cuando hay un buen contraste nublado” dijo
en voz alta, un poco antes de tomar lo que quedaba del agua.
Dejó el vaso sobre la mesa. Ahí junto
estaba la pistola de su padre y las balas correspondientes. Abrió el revolver e
insertó las balas. Volvió a mirar por la ventana y levantando el brazo se
disparó en la sien. Cayó desplomado soltando el arma.
Una vez que su cuerpo estaba en el suelo y
que la sangre se desparramaba por su cabeza ensuciando el gastado parqué se
miró ahí tirado. Pudo ver su expresión de gesto raro con la que lo encontraría
quien fuera que lo descubriera muerto. ¿Sería Manuel el portero? Quizá. Los
revólveres son ruidosos y los vecinos chismosos, no tardarán mucho en verme ahí
tirado.
En medio de estas cavilaciones se dio
cuenta que nada había cambiado en el aspecto auditivo. Podía escuchar todos los
ruidos que venían de la calle y también el constante clac clac clac de las
manecillas de ese incansable reloj. Incluso creyó escuchar el rechinar de la
madera cuando cambió el peso de su cuerpo de un pie al otro.
“Mierda”, masculló molesto. Al menos ahora
tenía la certeza de que el silencio nunca llega, “como Cristo”, pensó irónico.
Ahora sólo le restaba comprobar si eso también aplicaba para él y si podría
asustar a la gente con sus ruidos en su nueva condición de fantasma suicida.
Fantástico, Gildardo.
ResponderEliminarTe agradezco Orlando. Abrazos.
EliminarHay quienes creemos que otros tienen todo, cuando para ellos es solo vacío.
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