Recuerdo haber leído hace algunos años en
un artículo sobre la entonces nueva sensación musical Adele, que ella
desestimaba todos los comentarios que se expresaban (por gente del medio
musical y de las frivolidades masivas tanto como de la audiencia) en torno a su cuerpo. La
perspectiva del artículo era de total alabanza hacia la cantante, ya que además
de poseer una hermosa voz su postura acerca de las curvas de su cuerpo
mostraban a una mujer segura de que la grasa abdominal no tenía nada que ver
con su inspiración e interpretación. Una hermosa mujer, talentosa y centrada.
Ella decía algo así como que lo que ella
hacía se disfrutaba con los oídos no con los ojos, así que no importaba nada el
cómo se viera o cómo fuera su cuerpo. “Soy una cantante no una modelo”, creo
que también expresaba.
Pero luego –años después, millones
después, vanidad después–, apareció luciendo un cuerpo totalmente diferente a
ese del que decía sentirse orgullosa. Entonces creo que es como aquellos gritos
de las solteras que dicen ser tan pero tan felices siendo solteras libres
realizadas y felices. Pero que una vez que consiguen pareja se olvidan de todo
aquel discurso y hasta llegan a hablar de almas gemelas y teorías de felicidad
eterna al lado del hombre todavía perfecto.
¿Dónde quedó aquello de que yo canto y
para cantar no importa cuanto pese. O aquellos otros de que la belleza no está
en los kilos, o los de la autoaceptación? Que alguien los encuentre por favor.
Jennifer Hudson me parecía muy atractiva cuando era gorda. Luego perdío los kilos y el encanto. En mi opinión.
Y la afamada sexóloga creo que no sólo se extirpó los kilos sino que se metió el bisturí por el rostro. Seguro encontró un buen paquete y aprovechó.
Qué hermosa era.
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