viernes, 30 de junio de 2017

Coleccionistas



De niño comencé a coleccionar llaveros. La verdad no recuerdo qué edad tenía cuando visualicé la idea de reunir los más llaveros que pudiera a lo largo de mi vida. Tendría menos de cincuenta cuando en la adolescencia se me apagó ese gusto, dejé de buscarlos, pero los conservé, porque además de obsesivo soy acumulador.

En esa adolescencia temprana comencé a coleccionar tarjetas de beisbolistas. Recuerdo que juntaba el poco dinero que me daba mi padre y cuando tenía una buena cantidad caminaba a una placita en el centro de la ciudad cuando salía de mis clases de pintura. Compraba tres o cuatro sobres y me sentía feliz, realizado, con esa alegría inmensa que experimentamos los que tenemos este trastorno acaparador.

Después de mi compra, caminaba a la parada del autobús, y una vez en él, sentado, comenzaba a abrir los sobres con la expectativa de descubrir qué me depararían esos mágicos paquetes. Si tendría la suerte de encontrarme a Ken Griffey Jr. o a Barry Bonds, a Cal Ripken quizá, o la mala fortuna de tener algunas tarjetas repetidas.

Luego, tuve que comenzar a comprar también tarjetas de futbol americano y de basquetbol ya que las de beisbol estaban escasas. El beisbol no es muy popular en el centro del país, así que de un momento a otro dejaron de vender ésas tarjetas. El kiosquito donde las compraba se había cambiado a la nueva plaza comercial de la ciudad, a sólo dos cuadras más de donde las compraba antes; y después, también, de una visita a otra ya no existía el local.

Las tarjetas las guardo todavía. Creo que son más de tres mil. Dos mil de beisbol y mil más entre americano y basquetbol. Ya casi nunca las miro. Menos ahora que han sido relegadas a un lugar donde su acceso es más complicado. No sé qué valor puedan tener pero eso no es importante.

Y parece ser que es otra de las cosas que le he heredado a mi hijo. Aunque no sé, ahora que lo escribo me queda la duda de si es algo que le ha nacido o si es algo que me imita al ver que acumulo cosas. Tendré que preguntarle, y ver si es que quiere decirme la verdad, no a todos les gusta explicar sus motivos.

Hace pocos años Gil comenzó a coleccionar llaveros también. Parece que tiene hasta el momento una linda colección. Mi padre le trajo algunos muy bonitos de un viaje que hicieron por Europa y también otras personas le han aportado objetos interesantes. Le mostré todos los que todavía conservaba para que se llevara los que le gustaran. Se llevó casi todos.

Ya veremos qué pasa luego con su colección.


martes, 27 de junio de 2017

Cuatro años


Ya son cuatro añotes de este mi querido –y espero que de ustedes también– blog. Ya es un rato.  Trescientas veintidós entradas después de ese "porqué", de que me decidí a dar ese paso, a esconder esos infantiles miedos cargados de vanidad que te dicen que mejor no muestres lo que escribes por si a los demás no les gusta, que te hacen creer que no podrás tolerar una crítica o un comentario contrario.

Hace cuatro años mi vida era distinta. Hace cuatro años, escribía cuando se alineaban una serie de factores: que tuviera tiempo, que tuviera ganas de decir lo que pienso, que no surgiera algo más sencillo o inmediato que se robara mi atención, y no sé cuántas cosas más. O sea, casi nunca pasaba.

Hace cuatro años abrí este blog, sin más esperanza de que me leyeran algunos amigos y familiares que quizá atraídos por el morbo de ver qué clase de cosas estaría escribiendo, o quizá por el cariño, como apoyo a mi reciente esfuerzo. No imaginaba que existieran personas al otro lado del mundo que pudieran concurrir en esta casa virtual donde he podido conocer a tanta gente valiosa, a tanta gente que me ha regalado un comentario, que me han dado una alegría inimaginable, que me han llenado el alma como no imaginé, gente con la que ahora tengo una amistad.

Creo que aquí está gran parte de mi vida. Está mi felicidad y algunas tristezas, están mis gustos, placeres, obsesiones y fetiches; mis recuerdos, mis pensamientos, mis pataleos inútiles, las cosas que se me han ocurrido y que he compartido con quienes me han brindado su compañía. Están sus letras y sus saludos y sus palabras generosas y su amistad a través de la distancia. Hay demasiadas cosas en esta pequeña casa virtual y lo celebro.

Muchas gracias a todos.

lunes, 26 de junio de 2017

Mi amigo el escritor



Lo conocí por una casualidad (creo en casualidades y en azares), aunque alguien más romántico dirá que fue el destino el que nos reunió en ese pequeño diálogo virtual en el que me dieron ganas de opinar; separados por varios miles de kilómetros y unidos por el idioma que heredamos. Tras la afortunada conversación decidimos seguir nuestros pasos virtuales y un buen día tenía un comentario suyo en el blog, un comentario de este escritor que decía que un escritor es quien escribe lo que le pasa a todos los hombres.

Días después fui a su guarida, de aparente maldad, donde pude leer textos entrañables, desgarradores, de una demacrada belleza que no he podido encontrar en otro lado; también había poesía salida del alma de un hombre honesto y generoso, como descubrí al correr de las semanas. De esto hace ya tres años y medio.

Me invitó a participar en una Comunidad que parecía ser diferente a todas las otras, y lo era. Un lugar donde se pedía el involucramiento con los demás antes que el egoísmo personal. Un lugar donde pude deleitarme con poesía y prosa de la más alta categoría. Un lugar donde hice buenos amigos que todavía conservo. Un lugar donde me gustaba estar y donde me sentía a gusto.

Mi amigo es Gavrí Akhenazi, el cuervo, el comanche; un hombre íntegro, generoso, honesto e implacable, con palabras precisas que acarician o golpean. Un novelista prolífico con una obra que a nadie deja indiferente.

Lo conocí de a poquito, me fui enterando de su vida con pinceladas pausadas. Descubrí, totalmente impresionado, qué era lo que hacía con sus días y sus noches, dónde transcurrían y haciendo qué. Lo admiré más todavía, lo sigo haciendo.

Cuando me aventuré con mi libro recurrí a él no sólo por su conocida generosidad sino por lo implacable de su opinión. Y aunque me aterraba un poco recibir una respuesta desfavorable para mi escrito sabía que el afecto que ya nos teníamos no interferiría en su opinión. Que sería sincero. Además de su opinión, sus sugerencias y su visto bueno, me obsequió un prólogo entrañable que atesoro en el alma, que puedo presumir como algo valiosísimo.

Creo que la vida le debe años de gozo con esta nueva familia que se ha apropiado. Sé que la vida no es justa, pero me gustaría muchísimo que lo sea para él.

Podría decir muchas más cosas pero no quiero ser –más– redundante. Si alguien no lo conoce este es su blog. Vayan con tiempo porque es adictivo: lamaldadaparente.blogspot.com 

martes, 20 de junio de 2017

de egos y ¿escritores?


Siempre han existido egos desmedidos, pero entre la multitud de presuntuosos presumidos hay un porcentaje que alardea de lo que no existe, que presume lo que no tiene y que se cree algo que jamás podrá ser. Quizá personas a las que de niños sus padres exageraron con aquello del “tú eres el mejor”, carentes de toda objetividad y autocrítica, y no sé cuántas cosas más.

Esto que escribo viene después de haberme topado con un posteo de cierta chica a la que hace mucho había dejado de seguir. El dichoso posteo aludía a la presentación (¿en sociedad?) de lo que presumía era su quinto libro publicado. ¡¿Quinto libro!? pensé, con todo el morbo del que soy capaz. Pero si recuerdo que esa chica escribía horrible, con tildes arbitrarias y puntuación deficientísima.

Mi gran morbo me llevó a abrir el posteo para comprobar si lo que recordaba era verdad o si acaso la chica en cuestión se había dado a la tarea de trabajar en su escritura. Todo es posible.

Al ver la mentada presentación del libro, comprobé que todos mis prejuicios hacia su persona eran realidad, pero iban hasta el extremo de lo que para mí es absurdo. La escritora, que así se autonombra esta desubicada mujer, alardeaba la publicación de su quinta novela en una pésima presentación en la que además aseveraba estar trabajando en la próxima sexta entrega de sus libros.

Tenía que ir a ver cómo era ese quinto libro así que pinché el enlace. Al leer la primer página de la supuesta novela experimenté un nuevo nivel en lo que a pena ajena se refiere. Ya se imaginarán lo que me encontré.

No soy alguien que guste de joder a las personas por internet pero creo que hay cosas que se deben decir, así que le dejé un comentario en su posteo donde le dije que había demasiados errores ortográficos en la primera página de su libro. Lo que hizo al leer el comentario fue borrarlo, desconozco si habrá ido a averiguar si lo que le dije era malaleche o una verdad.

Algunos dirán que debería importarme una mierda lo que los demás hagan y lo que los demás se crean. Y sí. Me vale madre. Pero no me vale madre que una tipeja que no distingue entre lástima y lastima vaya presumiendo que es escritora y que escribe libros. Libros que evidentemente autopublicó, en los que no existió una mínima revisión ni cosa parecida.

Porque por gente como ella –que son millones– es que muchos piensan que los libros autopublicados son basura, que ningún libro autopublicado tiene calidad en ningún aspecto, que estos libros son la alternativa para que snobs ególatras se llamen escritores.


sábado, 17 de junio de 2017

¿somos?



Haciendo alusión a un popular anuncio de camionetas yo preguntaría: ¿Y las películas apá?

Dónde jodidos me han puesto las películas. Ni siquiera las personas que leen más libros –esos que se leen algo así de un libro por semana– leen más que lo que ven películas, sea en un cine, la sala de su casa o en el celular. Ahora pensemos en las personas medianamente “cultas” con ciertas nociones de las cosas trascendentes y algunas tonterías banales, leeremos (porque creo estar en este grupo), algo así como un libro por cada diez o veinte películas, quizá más, algunos leemos lento, y luego están los juegos de beisbol y los partidos de básquet, o la chela con los amigos y la noche de pasión.

Pero pienso que escribir en esta triste frase “las películas” la banalizaría totalmente, lo que la haría perder el glamour que le da la fuerza necesaria para que la gente de este grupo snobizado la comparta con tanto orgullo: esos que leen y toman café.

Porque no vamos a hablar del grueso de la población que no lee ni lo que le piden leer en la escuela o que leen los pies de foto y los títulos en las revistas del corazón. Seamos conscientes.

Aunque ya en estos tiempos –tan olvidados de dios y sus apóstoles– creo que lo de verdad difícil será lo de una charla profunda acompañada de un café (aunque todos sabemos que yo preferiría acompañarla con algo que tenga alcohol). Imaginen una charla y un café sin interrupciones de whatsapp. Antes de eso, alguien se leerá el Quijote en una semana.