Cuando
estudiaba la universidad me gustaba participar en los concursos del
departamento de Difusión cultural, en parte por un asunto de satisfacer a
mi ego y en una parte menor porque de resultar entre los ganadores me
podría ir un fin de semana al festival cultural de la zona de mi campus
para competir ahí, y de paso darme una paseadita ya avanzado el
semestre. De hecho sólo conozco San Luis Potosí e Irapuato por aquellos
viajes estudiantiles.
Modestia
aparte, en mis cinco años universitarios asistí a los cinco festivales,
entre ellos uno aquí en Toluca, y en todos ellos me traje un premio
conmigo. Así que el asunto del ego quedaba en exceso satisfecho, y la
paseada ya nadie me la quitaba.
Participaba
con mis dibujos, porque las pocas pinturas que inscribí nunca fueron
premiadas. Y en un hecho insólito, el último año llevé a Morelia un
dibujo que resultara con el segundo lugar, y un cuento corto, que para
mi sorpresa había ganado el concurso del campus, pero que en el festival
no quedó premiado.
Fueron
viajes muy buenos, cortos pero satisfactorios, independientemente del
asunto de mi ego. Conocí un muy buen amigo con el que me llegué a
escapar del itinerario del día y nos fuimos a recorrer el centro de San
Luis, en una escapada que incluyó comida y cervezas, y del que nadie se
percató. Nos tomamos una foto con Cecilia Suárez que iba como jurado de
teatro y conocí a aquel individuo que me aseguró que debía leer a Bukowski.
Aunque
lo que venía a relatar no eran esas experiencias que pienso ahora que
debería contar después, ni lo satisfecho que dejé a mi voraz ego en esos
juveniles días, sino la forma en que se premiaban mis obras en los
concursos internos del campus.
Pareciera
que los encargados de escoger las obras ganadoras ya estaban hartos de
que Gildardo siempre presentara los mejores dibujos, así que los últimos
dos años decidieron darme en esa selección interna el tercer lugar, el
mínimo requerido para asistir al festival, y que claro que si regresaba
de nuevo con un premio, podrían levantarse el cuello y engrosar la lista
de ganadores del Campus Toluca.
Pero
cualquiera que tuviera una dosis no demasiado elevada de sentido común y
un poco de sentido estético podía darse cuenta que mi dibujo era
bastante mejor que los premiados arriba del mío. Pero eso no era lo
importante, el chiste para mí era poder volver al festival y hacer una
pequeña parada en el semestre sin costo, con las recompensas adicionales
que ya mencioné.
Hay
una anécdota graciosa de ese último festival en Morelia. El dibujo de
una buena amiga también fue seleccionado con el segundo lugar pero ella
decidió no ir. Se habría tenido que ir conmigo aparte porque ese sábado
nos tomaron la foto de generación y no pudimos partir con los demás.
A
nuestro regreso le dijeron que gané el segundo lugar, y supongo que su
ego dio un puñetazo a su sentido común porque ella estaba completamente
segura de que mi premio era literario y no de dibujo, porque si así
hubiera sido, ella también habría sido premiada. En su mente su dibujo
era mejor que el mío.
No
soy despiadado ni un poco sincero cuando me encuentro en una situación
como esta. Y aunque me parecía irreal que ella no viera lo lejos que
estaba mi trabajo del suyo no pude decírselo. Sólo me hizo casi jurarle
que mi premio era por el dibujo y no por el cuento como ella estaba
convencida.
Y bueno, esto llegó por el asunto de los Oscars. Qué tiene que ver con Will Smith, se preguntarán algunos.
En verdad pareciera que respecto a ellos no hay otro asunto relevante.
Pero no. Lo recordé por la premiación a la mejor película. Me parece que
al menos la mitad de las nominadas son mucho mejores que Coda, pero
quisieron premiar otra cosa y no a la mejor película.
Y sí, parece evidente que no estoy de acuerdo con los premios forzados.