sábado, 28 de diciembre de 2019

de ciertas modas

Dice alguien en cierta sobremesa: ya no se dice pirrurris, ahora se dice fifí. Los demás asienten, al parecer divertidos. Y escuchas a casi todos buscando la manera de meter con calzador en alguna frase, en cualquier momento, la mentada palabrita de moda: fifí. Palabra que serviría en un principio para nombrar a las personas con dinero y clasistas. Pero que ahora sirve para casi cualquier uso que se le quiera dar.

Pero pasa algo en este México del siglo XXI, en este México de búsqueda de likes, viralización de videos y deseo por copiar cualquier pendejada que se popularice: la gente hace imbecilidades ridículas con tal de sentir que el manto de la fama los roza al menos por unos minutos.

¿Por qué usar palabras viejas si se puede alardear usando las que están de moda?

El término Godínez surgió como un sustantivo despectivo para etiquetar a ciertos personajes algo ñoños que laboran como oficinistas. Palabra que hacía eco de aquel Gutierritos de la época de la juventud de mis padres. Y era eso, un término despectivo.

Pero los millenials quieren participar en cualquier cosa que aparezca y de la que se hable siquiera un poquito. Así que todos se autonombraron godínez para no quedar fuera de lo que se supone es lo "in". Pasa igual con millenial.

Apareció luego otra palabra para designar a ciertos personajes que se resisten a envejecer, cuarentones que se siguen vistiendo como si tuvieran todavía veinte y que frecuentan antros de "chavos" porque ellos todavía lo son; siguen en la onda. El vocablo parece muy elocuente: chavorruco.

Y entonces pareciera que todo mundo quiere ser un chavorruco, y ahí están jovencitos de veinticinco nombrándose con el adjetivo de moda, llorando su desgracia de sentirse viejos. O ves a treintones sin pizca de jovialidad etiquetándose de igual manera por aquello de lo chavo. Luego pienso, lo de ruco te queda, bastante. Lo de chavo, ni tantito.

Qué hacer, la moda es la reina.


viernes, 20 de diciembre de 2019

reaprendiendo a pintar

La verdad es que yo solamente usaba youtube para escuchar música, y ocasionalmente para ver un tutorial sobre cómo hacer algo que me interesaba, pero nada más. Hace pocos años busqué videos sobre la manera en que se mezclan los lápices de colores para dibujar, y fue a partir de esto que el santo youtube me sugirió otro tipo de videos, aparte de canciones que cree que me gustan. Esto también a partir de haber encontrado ese video de Antonio García Villarán sobre el Hamparte.

Y recientemente he quedado bastante asombrado de haber encontrado a artistas tan buenos, pero sobre todo tan jóvenes. Viéndolos me he dado cuenta de todo lo que no sabía, de cuántas y cuántas cosas ignoraba en lo que respecta a pintar con óleos. Y me pregunto ingenuamente si ya sabían hacer todo eso que hacen o si lo han aprendido casi desde que dejaron el biberón.

La cosa es que luego de ver varias horas de videos también he visto progreso en mi habilidad con los pinceles. Lo cual me asombra más. Porque siendo sincero no esperaba tener ningún tipo de mejora con la simple contemplación del trabajo de alguien más y después de haber escuchado algunos consejos. No sé si esto salte a la vista pero mientras pintaba lo pude percibir. Aunque también podría tratarse de un truco de mi consciencia aliada a mi ego. 

Retratos en acuarela he estado haciendo en los dos últimos años pero también sentí un cambio luego de estas sesiones de aprendizaje. Como si todo fuera más sencillo.



Me animé a pintar un óleo después de no sé cuántos años, pero seguro que más de diez. Por suerte el óleo dura bastante.



Supongo que seguiré aprendiendo.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Apariciones II

Volvió a aparecerse un Cristo grosero en las paredes del pueblo. Una nueva blasfemia para la mayoría. 

Aunque aquel primer dibujo obsceno no duró en las paredes más que dos días, al día siguiente el pueblo amaneció con nuevas impresiones de la blasfema imagen. Don Juan señaló con afán educador que no importaría cuantas veces se borrara la imagen, seguiría apareciendo porque tenía un mensaje.

Y aunque casi nadie parece hacer caso a lo que diga el viejo, algunos "propietarios" de la blasfemia la dejaron en sus paredes como uno más de los decorados forzosos que adornan el pueblo.

Coincidió que esta nueva imagen apareció tras la fiesta de la Virgen de Guadalupe, lo que encendió la chachara del terco Juan y su discurso anticuetes y sobre la molestia divina por el despilfarro, el escándalo y la contaminación. Aunado al cochinero dejado alrededor de la iglesia por los taimados feligreses.

Yo que no creo en esas cosas pienso que el "artista" se enteró de la discusión aquella sobre el exceso de los cuetes y le pareció buena idea estampar la nueva imagen ese día.


martes, 10 de diciembre de 2019

el viaje en barco



Vengo decidido a hacer un viaje en barco. Las circunstancias me obligan, sé que es necesario hacerlo.

Aunque, nunca me he sentido capaz de hacerlo. Pienso que tengo un estómago débil que se someterá a los caprichos de la marea, tampoco me veo enfrentándome a lo que me espera en altamar. Pero pienso que debe haber una manera de poder hacer el viaje sin tener que hacer ciertas cosas, simplemente dejándome llevar.

Llego al barco con la maleta llena de secretos, pero aparentando la mejor actitud. Intento ser servicial y hasta cierto punto acomedido, deseo no dar la apariencia de flojo o de que me desentiendo de mis obligaciones como pasajero. 

Pero al paso de los días el barco sigue varado en el embarcadero. No nos hemos movido. Mi a veces patética quietud me aconseja esperar y ser paciente, no quiero ser el impertinente que moleste al capitán.  

Pero los días se juntan y seguimos igual, así que me acerco discretamente al capitán y trato de obtener la información sin preguntarle directamente. Me estás preguntando por qué no hemos zarpado, pregunta mirándome a los ojos. Respondo que sí, balbuceando un poco. Me dice que el barco no se ha movido porque yo no he querido que se mueva. Me dice que yo soy el responsable de que el barco zarpe y tome rumbo. Me dice, prácticamente, que el barco no se ha movido porque nada más me estoy haciendo pendejo.

Pero yo no sé navegar. Yo no sé cómo manejar un barco, respondo excusándome al instante. Cómo podría dirigir un navío si no tengo la mínima idea de cómo hacerlo. Y... ¿por qué nadie me dijo que yo tenía que dirigirlo?

Estoy molesto y decepcionado. Un poco aterrado ante mi inutilidad a bordo. Y se supone que yo tengo que mover el puto barco.

En los días siguientes trato de hacer que el barco se mueva pero casi todo lo que intento es en vano. Pregunto a los demás qué debo hacer pero todos se limitan a decir que debo hacerlo yo, preguntan si necesito que hagan las cosas por mí. Mi frustración e impotencia es inmensa. Sigo un poco aterrado.

Sigo intentando, un poco con la intención de lograr algo pero mucho más con la intención de que se note que no me estoy haciendo pendejo, de que no sólo dejo pasar los días esperando que los demás se harten y muevan la nave por mí. 

Tras muchos días y demasiados intentos. Tras una montaña de frustración, puedo hacer que el barco se mueva. Me siento feliz y realizado, contento de un modo algo extraño que no podría describir. Siento que he hecho algo grandioso. Recibo una felicitación del capitán y mi ego se infla más. 

El logro conseguido hace que trate de seguir haciendo cosas y que me esmere en llevar la nave a buen puerto. Sigo pensando que he hecho algo impresionante. Pero días después el capitán me deja ver que tras un breve avance el barco lleva dando vueltas en círculo desde hace algunos días. Yo protesto diciendo que he tratado de hacerlo, pero él me responde que llevo semanas haciendo exactamente lo mismo. Completamente frustrado le digo que trato, pero no sé cómo se hace. Que lo intento, pero que no encuentro otra manera de hacerlo.

Estar en donde estoy y haber hecho lo que hice es algo que jamas habría imaginado hacer. Pero no es suficiente. Hago cosas que no sirven, pero no sé qué más hacer. 

También sé que sigo esperando que el capitán me guíe y me diga qué debo hacer, que me diga si lo que hago está bien o no. Que me dé alguna certeza sobre este viaje tan frustrantemente satisfactorio que decidí hacer.

Hay algo que me consuela. Un día el capitán me dijo: Esto que haces es un gran acto de amor hacia ti mismo.

martes, 3 de diciembre de 2019

Tristeza desconocida

No podía entender lo que cantaba aquel tipo pero la canción le pareció un grito de desesperación y desesperanza, una queja que quizá no encuentre quien la escuche pero que pudiera conformarse con ser expresada. Cómo buscar una canción cuando no conoces el idioma en que se canta ni tienes idea del nombre de su intérprete. Será parte de un grupo quizá. ¿Cómo describirla?

La situación parecía sacada de una historia surrealista porque el escenario de la melodía era un autobús de pasajeros, uno de esos viejos y descuidados camiones que cumplen la labor de trasladar a los pobres. Uno de esos armatostes habitados por cumbias, norteñas, narcocorridos y reguetón.

El chofer del autobús era un muchachillo que quizá no tuviera ni dieciocho años. Un chamaco algo arrogante que parecía estar haciendo su trabajo de mala gana, porque no le quedaba de otra. Sus antebrazos descubiertos exhibían varios tatuajes ilegibles, aunque en uno parecía asomarse el tallo de una rosa.

Y ahí estaba este tipo de casi cincuenta años aguantando toda la tristeza que le echaba encima la canción, sin poder entender una palabra de lo que el en apariencia atormentado cantante interpretaba.

Terminó la canción. Sin que un locutor le informase de un nombre y un cantante comenzó otra con una batería en primer plano, que le pareció desagradable tras la melancolía que le trajo la anterior.

El hombre bajó del camión unas cuadras más adelante preso de un sentimiento frustrante de ignorancia, aunque tocado de cierta manera en lo más profundo de su ser.