lunes, 28 de febrero de 2022

El capitán salió a comer

 

 

Hace no demasiados meses compré un libro de Bukowski: El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco. Que resulta ser un diario de sus últimos años, años de holgura económica y despreocupación, en los que ya disfrutaba del fruto de su fama.

En realidad tengo pocos libros suyos comparados con los que he leído. La mayoría los leí en la biblioteca de la escuela, todos los de relatos que ahí había y Cartero. Y hay uno que presté y no me devolvieron. Éramos muchos y parió la abuela.

Como se trata de escritos cortos, lo leo cuando tengo que hacer pequeñas esperas, como cuando voy por Gil a la escuela. O como una pequeña golosina que degusto entre libros. Y también como esa deliciosa golosina, al hacerlo intento que el gusto dure más, que el libro pase más tiempo en el buró. Porque es un libro muy corto, muy pocas páginas y con un tamaño de letra mucho mayor a los otros. Y también tiene ilustraciones.
 
Al ser un diario su escritura es más íntima, y me resulta mucho más cercana. Sí, es el mismo tipo que ha escrito no sé cuántos años y al que leo desde hace mucho, pero sus textos tienen una intimidad mucho mayor. Aunado al hecho de que ya ve cerca su muerte, sabe que lo ronda. Cosa que quizá te dé algo más de claridad. 

Creo que puedo decir, desde la perspectiva de quien lo lee desde hace más de veinte años, y de quien le ha leído casi todos sus relatos, que la experiencia es como la de quien charla, o más precisamente, escucha a un viejo amigo. El reencuentro con ese buen amigo que nunca está lejos y que no te cansas de escuchar. Puedo tomar cualquier día Escritos de un viejo indecente, Mujeres o Peleando a la contra y pasar un gran rato. Saborear esa conocida golosina.

jueves, 24 de febrero de 2022

de un arte

Se ha popularizado un texto en facebook, con la imagen creo, según me informa mi no tan deteriorada memoria, de una escena de la reinvención que hicieron del 007 con Daniel Craig como protagonista. Sí, esa es la referencia visual, la escena de una película de acción. Una buena película, pero eso, sólo una película de acción. 
 
La imagen es la siguiente: Eva Green (creo) llora desconsolada bajo el agua que cae de la regadera, mientras Daniel Craig la mira. En el siguiente fotograma se ve a Daniel abrazando a Eva en el mismo contexto: sentados bajo el chorro de agua que no ha cesado. 
 
Tendría que ver de nuevo la película en cuestión, sobre todo para comprobar que mi memoria ha acertado, aunque en realidad para poder ver cuánto ha pasado entre que el 007 ha visto a su pronta enamorada desconsolada y mojada, y su decisión de acercarse y proveerle la compañía suficiente para ofrecer un consuelo, básico pero inconmensurable. 

Esto por el hecho de que lo que la publicación refiere, es que eso es lo que todos deberíamos poder hacer cuando alguien está en esa dolorosa situación. Acompañar. Simple y sencillamente acompañar. 
 
Sin interrumpir con preguntas comunes, sin juzgar la acción como absurda, sin molestar a quien de por sí ya está demasiado indispuesto. Suena lindo. Que alguien llegue y simplemente nos muestre que está ahí, para lo que haga falta. Permitiéndonos la catarsis y el desahogo, dejándonos ser.

Esto es muy pero muy deseable. Pero… ¿somos capaces de poder hacerlo? ¿Somos capaces de poder darle al otro eso tan simple pero tan jodidamente complicado? De esperar un momento y cerrar nuestra boca tan acostumbrada a decir cosas sin siquiera pensarlas dos segundos. Cuando estamos tan acostumbrados a terminar con el silencio, o al menos con la ausencia de palabras, que por una muy lógica razón, creemos que siempre hacen falta.
 
¿Seremos capaces de tanta simpleza?
 

lunes, 21 de febrero de 2022

George, Dios y la Muerte


 

Me gusta mucho la forma como George R. R. Martin juega con la muerte en Canción de hielo y fuego:

    Sólo hay un dios y su nombre es muerte. Qué le decimos a la muerte: Hoy no.

    Una de las siete caras del Dios de la fe de los Siete es El Desconocido, o sea la muerte.            Del que no se habla y al que no se invoca

     Los hombres sin rostro adoran al Dios de muchos rostros, que, sin tener que pensarlo              mucho, parece evidente que es la Muerte.

Y si hemos puesto un poco de atención, vemos con claridad que George eleva a la muerte al rango de deidad. Cosa que me parece muchísimo más lógica que la mayoría de las historias divinas que se cuentan por el mundo. Yo he dicho más de una vez para escándalo de mis acompañantes que si acaso le llegara a rezar a algo, le rezaría a la muerte, a la Santa Muerte, para ser más precisos. Porque aún sin haber visto aquel capítulo donde Syrio Forel le habla a Arya sobre esa única deidad, me parecía con todo el sentido del mundo pedir ayuda o misericordia o lo que fuera a quien puede terminar con tu vida. Como bien dijera la antigua primer espada de Bravos: Hoy no.

Me parece pertinente colocar aquí el Romance que le escribí hace poco más de dos años a la también llamada Señora blanca:

La muerte llega otra vez,
-no debiera ser sorpresa-,
de hecho nunca está lejos
pero llega y nos aterra;
cual si fuera el mismo diablo
el que saluda sin pena.

Llega siempre tan pausada
impasible, tan serena;
no tiene prisa, sí calma,
el tiempo juega con ella.

La divierten nuestros gritos
se regodea en las quejas,
y aunque sonriendo se mofa
de nuestra infantil rabieta,
tantas veces se pregunta
el origen de esta treta
en que se descalifica
la razón de su existencia.

Si ella es la única justa
la que nunca se vendiera,
la implacable, la imparcial,
nuestra insobornable jueza;
la que no entiende reproches
ni llantos que chantajean.
Pues la muerte es el contrato
lo único que nos queda,
y que a todos nos hermana,
lo que seguro nos llega.

También lo que desde niños
en sueños nos atormenta.
Y por eso nuestros miedos
y por eso tanta pena,
el desastre que aparece
cuando menos se la espera;
la incongruencia de pensar
que la vida será eterna.

miércoles, 16 de febrero de 2022

algo natural

Decía a grandes razgos un meme que se popularizó, luego del anuncio de que Bad bunny tendría no sé cuántos conciertos en la Ciudad de México, y luego también de que llovieran memes en los que se decía que todos los interesados en acudir a ellos eran poco más que retrasados mentales: no se preocupen cuando venga Mozart les avisamos.

Y es cierto que yo no iría a ver un concierto de este individuo ni de ningún otro que participe en este tipo de sonidos populares (me rehuso a llamarlo música), y que me molesta casi más que nada en el mundo tener que escuchar esos sonidos bestiales que está uno expuesto a escuchar en cualquier lugar. Y que no puedo concebir que esa supuesta música le guste a alguien que supuestamente ha pasado por seis mil años de evolución, que les resulte placentero escuchar por horas lo que para mí representaría un martirio infernal (merece la hipérbole).

También es cierto que entre los memes que me resulta divertido compartir en facebook hay bastantes en los que denigro al reguetón y a sus intérpretes, como aquel que dice que un minuto de Michael Jackson parado sin hacer nada tiene más talento que toda la carrera de Bad bunny. Cosa que además, me parece un hecho casi científico.

Pero bueno, el concierto del popular reguetonero nos ha dado a casi todos los mexicanos un buen pretexto para sentirnos más superiores a los demás (más de lo que ya nos sentíamos). A los demás que no comparten nuestros exquisitos gustos. Le ha mostrado un sol brillante a una colectividad mediocre y estancada para tener algo que presumir y gritarle al mundo que es mejor, no, mucho mejor que otros muchos.

Nada raro. Naturaleza humana.

 




jueves, 10 de febrero de 2022

¿será?

 
Será que tú te preguntes
cómo abrí el cajón oculto
 aquel en el que guardabas
la miel de tus dulces frutos,
el de esa chica tan tierna
que me abrió todo su mundo.

Será que tú te preguntes
si usé algún conjuro oscuro,
si forcé la cerradura
si ha sido un truco con humo,
si la llave ya tenía
si soy el que tu alma curo,
si seré tu alma gemela
si he recurrido a algún brujo.

Será que algún día me pienses
o soy un muerto sin luto.
 



 
 

domingo, 6 de febrero de 2022

Cosas de la vida

Al paso de los años me he dado cuenta de que tengo madera de acumulador. Aunque al menos, para compensar, puedo decir que soy algo prudente o demasiado codo, según desde donde se le mire, porque han sido muchas las veces que aunque tengo el dinero conmigo, decido no comprar eso que quisiera adquirir, porque me parece que ya compré demasiado, entre alguna otra razón. 


Aquí está un botón, o en realidad varios. En la imagen se ven pocos libros, pocos comparados con los que poseo, muy pocos comparados con los que me gustaría tener. Bastante pocos en comparación con las películas que se ven y con las que tengo. Pero la muestra ahí está: una acumulación quien sabe qué tan sana de libros, películas y figuras de Mate, que tampoco son todas las que tengo.

De algo me he dado cuenta al mirar algunos videos de Youtube de pintores, sobre todo de gente que pinta acuarela. Y es que comparten ese razgo acumulador conmigo. Claro, además del gusto por pintar con acuarelas. 

He podido ver que poseen varios estuches o sets de pintura. Y seamos un poco objetivos, para qué necesitarían más de un set de pinturas. Con un solo juego se pinta y si acaso hace falta aquel más pequeño para viajar con él. Y no se necesitaría más. Pero en esos videos los pintores muestran sin el menor pudor todos los estuches, sets y tubos de pintura que tienen, guardados generalmente, porque sólo utilizan uno en su trabajo cotidiano.

Ahora que veo mi colección de películas, puedo ver que hay muchas de las que no me importaría prescindir, de las que me pregunto por qué compré y que habría preferido guardar mi dinero o comprar otra cosa. Pero creo que sólo alguien que cojea del mismo pie sabe lo difícil que es abstenerse y lo persuasivo que es el impulso de querer tener más de eso que tanto te gusta. Quieres comprarlo y tenerlo, luego puede quedarse arrumbado.

Creo que además del placer que da adquirir y acumular esos objetos hay también un culto enorme hacia ellos, un culto a los objetos que te regodea al tenerlos y mirarlos y saber que ya son tuyos. Y supongo que también debe estar metido en la ecuación la necesidad por comprar que nos creó el consumismo.

 


Pero como dije antes, creo que mi caso no es tan grave. Aunque también pienso que si tuviera mucho dinero no me detendría a pensar en si es pertinente comprar una versión distinta de algo que ya tengo. Siendo honesto. Sin embargo, como dije arriba, los últimos años me han visto refrenarme en la realización del voraz deseo. Por ejemplo, me abstuve de comprar una caja de 150 Prismacolor cuyo precio era una ganga; tengo una de 48 colores que hace bastantes meses que no ocupo. Aunque fue muy difícil no ceder a la tentación de hacerlo.

martes, 1 de febrero de 2022

sobre ciertos fetiches

A pesar de haber pasado de los cuarenta años, soy, como muchos de mi generación, un gran entusiasta de, por ejemplo, las películas de superhéroes. Y he disfrutado de las películas de Marvel desde que apareció Ironman, y he visto todas y cada una de las que han salido en el cine, generalmente el primer día en que salen, aunque ya no voy a premiers a las doce de la noche, cosa que sí hice con las últimas de Harry Potter
 
Antes de que saliera Avengers Infinity war, conseguí todas las películas para que Gil las pudiera ver en el orden cronológico en que va la historia. Y a partir de aquella Ironman, me entusiasmé con el anuncio de cada nueva entrega y me emocioné al ver los trailers, y he disfrutado de lo que cuenta ese universo cinematográfico.

Desde 2001, año en que salieron en la gran pantalla Harry Potter y El señor de los anillos, me hice aficionado a sus historias, de la misma forma que describo con las películas de Marvel. Con el añadido de que mi fanatismo por las obras de Rowling y Tolkien sobrepasó las pantallas y se metió a los libros. Como debe ser. Y una madrugada de verano me sorprendió sin poder dejar La orden del fenix.

Leí El señor de los anillos antes de ver El retorno del rey, y comencé a leer Harry Potter después de El prisionero de Azkaban. Recuerdo la fascinación previa a Las reliquias de la muerte, y mis suposiciones sobre si Harry sobreviviría al encuentro con su destino. Aunque nunca he sido visitante de foros de internet y esa fascinación quedó en algo más personal.

Ahora estoy inmensamente entusiasmado con Canción de hielo y fuego, claro, luego de haber sido atrapado por Juego de tronos. Ya leí y releí los cinco libros, Fuego y sangre y El mundo de hielo y fuego, y espero ansioso a que aparezca Vientos de invierno, mientras escucho con singular atención videos de Youtube sobre la saga, con teorías sobre su porvenir y detalles curiosos que un lector algo distraído como yo pasa por alto.

Y sí, me sorprendo en total éxtasis hablando sobre los libros a aficionados a las películas y la serie que no los han leído ni creo que lo hagan. Hablando sobre omisiones, cambios, detalles y cualquier cosa que llega a mi cabeza en esos momentos de felicidad.

Pero (siempre hay un pero) el mundo de Star wars nunca me sedujo. Cuando salió era muy chico (y claro, no tuve un padre como yo que estuviera deseoso de contagiar sus gustos a su hijo) y las veces que intenté ver las películas me aburrieron terriblemente. Vi los primeros episodios más por moda que por otra cosa, y años después, cuando salió aquel Episodio 7, vi las viejas películas (que envejecieron muy mal) sólo para poder disfrutar de la nueva conociendo la historia.

La historia de Lucas nunca me atrapó ni creo que lo haga, por más que sea un universo que se ha expandido y popularizado. Esto me llama bastante la atención, porque me parece raro que siendo tan aficionado a aquellas historias fantásticas, ésta no me interese más de lo que me entero de ella por estar vivo.

Qúe le hacemos, la fuerza nunca me atrapó.