miércoles, 27 de enero de 2021

un divague en enero II

Pero bueno, supongo que no voy a cambiar. Al menos no en ese aspecto de darlo todo si me siento tan feliz. Como ya dije, no le veo sentido. Y además, soy un poco masoquista en ese aspecto, ese de saborear el dolor. Entonces, pues, también lo disfruto. ¿Será una versión light del pégame pero no me dejes?

Y sí, entre las cosas que le conté, está ese pensamiento funesto sobre lo que ahora creo: que la vida no es justa. Y es cuando debo dejar salir la carcajada que me desnuda, una vez más: creí que de alguna manera el no haber sido una mala persona y haber amado bien, me hacía merecedor de ese amor tan lindo que aunque se había tardado cuarenta años en llegar, había llegado. Nos había llegado a ambos. Así somos de ilusos y estúpidos. Yo al menos. Cuánta ilusión me hizo que mi primer novia fuera también la última. Ahí estaba, sintiéndome el más afortunado.

Quiero cambiar cosas, pero pese a todo, esto no es una de ellas. Porque por más frustrado que me pueda sentir debo recordar aquellas palabras de Erik cuando le preguntaba sobre el sentido de ser como soy: te sirve a ti. Y eso es lo único que importa. Aunque a veces lo olvide.

sábado, 23 de enero de 2021

Ojos llorosos

Estaba leyendo a Gavrí, creo que es su última entrada publicada, y terminé con los ojos bastante húmedos. Tuve que tomar un klinex para recibir lo que ya se estaba desbordando. Al contrario de mi querido hermano yo soy de lágrimas fáciles, las ingratas se asoman a la menor provocación. Aunque algo ha cambiado, ya no las veo como antes, y ahora no bloquean mi capacidad para hablar. Menos mal.

Tras terminar de leerlo recordé algunas de las últimas lágrimas que he derramado. En este momento aparece la anterior a hoy, el domingo escuchando una canción de Silvio. Acompañaba al cubano y sin darme cuenta mi voz se quebró, Te doy una canción fue demasiado: ¡cómo me haces hablar en el silencio!

Pensaba en cuántas lágrimas derramé frente a ella, totalmente desnudo y vulnerable, completamente honesto. Como nunca lo había sido. Antes he pensado si habrá sido pertinente hacerlo (necesitado sincericida), si alguien querrá ver tanto de la persona con la que supuestamente quiere vivir lo que le quede de días.

Pensé también en las que dejó salir mi hijo la última vez que nos despedimos, antes de terminar el año; en todas las que hemos compartido desde siempre. En las que se me escurrieron casi al final en nuestro karaoke privado el 24, con Abrázame muy fuerte. Incluso en la no tan incipiente humedad que se dejó sentir leyendo Juego de tronos, escuchando a Samwell Tarly.


miércoles, 20 de enero de 2021

mirando atrás

La muerte y el dolor están por todas partes. Nada sorprendente, casi todos pusimos de nuestra parte para que así pasara. Sólo que algunos hemos sido demasiado afortunados. Nosotros.

Mi madre se nos moría en marzo. Aquí sigue. No está curada, no está bien, pero parece ser incluso más fuerte de lo que todos creíamos. Será por su fe quizá, su fuerza, su necedad. No lo sé. 

Ella aquí sigue y tantos otros han partido. Sin aviso previo, sin preparación alguna, sin culpa demasiados de ellos, su pecado fue estar emparentados con alguien irresponsable. O quizá sólo esa mala suerte. Sin despedidas ni compañía final. Tal vez eso sea lo más devastador, carecer de esa posibilidad.

Y luego, se reconcilió con sus hermanos, ha compartido con ellos momentos importantes; conmigo de cierta forma. Demasiada suerte, ya lo he dicho.

lunes, 18 de enero de 2021

un divague de enero

En un momento de profunda frustración, rememorando tantas frustraciones previas, sobre todo las más recientes, esas en las que me estrellé de hocico mientras armaba y admiraba nuestras casualidades o nuestras primeras veces; me desahogué explicándome ante ella. Le conté de ese vacío que sentía en el pecho, de lo que se sentía ver mis fantasías desvanecerse, las casualidades reducidas a meros hechos intrascendentes, de la idea nefasta, en esos momentos más presente, de terminar solo, solo y anhelante, porque me ha tocado ser de esos que se aferran a seguir soñando finales felices.

Rememoro mis sensaciones en esos preciosos días de primavera, con tantas letras, tantas canciones, tantos versos, viéndome llegar a esa anhelada meta, y pareciera que soy de esos que se enamoran de todas a la menor provocación. No es el caso. Eso creo. En realidad me he enamorado pocas veces en mi vida, pero pasa que cuando lo hago me dejo ir como gorda en tobogán. Y qué flojera hacerlo de otra forma. No sé, me parece absurdo no entregarse todo cuando uno se siente tan feliz con alguien y además parece correspondido. 

Pero ¿cómo combates los miedos ajenos? ¿Cómo convences a alguien de que eres ese que le dices que eres y que no traes máscaras puestas? Al menos no trascendentales. ¿Cómo saber cuántas heridas tiene, qué tan profundas son, con cuántos patanes con disfraz de caballero tuvo que lidiar antes de ti? ¿Cuántas razones tiene para confiar en alguien?


 

miércoles, 13 de enero de 2021

después del 2020

Se suponía que el año malo era el 2020. Parece que tanta gente se aferró a esa idea como otros más lo hacen a la de que al cambiar el calendario las cosas mejorarán, como si se presionara un interruptor. No se puede esperar un cambio de esa magnitid cuando es tan poca la gente que realmente se preocupa por los otros, cuando eres conciente de que tu propia familia muchas veces no toma ni siquiera las mínimas medidas. Y te das cuenta de cuánta suerte hemos tenido, y te pones a pensar en que esa suerte no va a durar siempre. Y luego ves que ayer hubo más de 1300 muertos, y preferirías no pensar en nada. Pero sabes que la suerte ha sido demasiada.

Luego, la publicidad se empeña en decir que hemos aprendido mil cosas y que somos mucho mejores de lo que éramos: empáticos y concientes, pero es quizá la mayor mentira que hayan dicho. Yo nos veo más estúpidos y muy cansados. Cansados de todo. Y la estupidez no deja de sorprender.

Y en ese apartado, me resulta risible que la gente le siga pidiendo a dios que termine con la pandemia, que compartan cadenas de oración, que pidan rezos por los enfermos. No puedo creer que la gente siga creyendo en esas niñerías. Como escribí hace ya bastante, dejaron de creer en los Reyes magos y el ratón de los dientes pero se aferran a un dios a todas luces fantasioso, ególatra y ausente.

Creo que es el cuento de siempre. Esperamos que alguien más haga algo mientras esperamos sentados. Por supuesto, el gobierno. Y en este mundo sin dios tampoco aparece un Bruce Willis, un Goku o el Capitán América para salvarnos el pellejo. 

Y mientras, esperas que tu familia tenga buenos pulmones y defensas sólidas porque parece un infierno la espera por una cama de hospital, y la antesala de la muerte.


martes, 12 de enero de 2021

de una de mis pasiones

No lo había pensado pero quizá uno de los aspectos que más me gustan de los deportes es que todo puede pasar. Nada está escrito. En cualquier momento pueden surgir héroes improbables y quienes presumían estadísticas perfectas pifian en el momento menos indicado. Ejemplos hay demasiados, de milagros y tragedias en los dos lados de la moneda. ¿Quién hubiera pensado que los invictos Patriotas perderían el Superbowl ante los anódinos Gigantes? ¿O que Boston le iba a empatar dos partidos seguidos a Mariano Rivera y levantarse de un 0-3, extinguiendo la maldición del Bambino? 

Nuestro equipo seguro ha protagonizado alguna historia de película pero también ha dado motivo a burlas crueles por lo ridículo que fue perder lo que ya parecía ganado. ¿Alguien dijo Barcelona? Aunque el Cruz azul se cuece aparte: desafortunados quienes ataron su corazón a tan nefasto equipo. Pero qué hacer, ¿cómo cambiar al equipo de la infancia?

No todos los deportes son iguales pero un strike de vida puede ser suficiente. Y como dijo Yogi Berra: no se acaba hasta que se acaba. 


 

 

Quién iba a pensar que los chavitos de la Prepa 3 le iban a ganar
al pentacampeón Arquitectura.


viernes, 8 de enero de 2021

buscar

Desde que te conozco no hacés más que buscar, pero uno tiene la sensación de que ya llevás en el bolsillo lo que andás buscando.

Dejé esta frase de "Rayuela" en los borradores del blog, supongo que en un día de abundante escritura, uno de esos en que debo abrir más entradas para escribir aquello que llega a mi mente pero no está relacionado con lo que estoy escribiendo en ese momento. Aunque ahora que lo pienso, no tiene demasiada lógica al tratarse de un fragmento del libro. Así que podría ser que mientras leía me haya topado con la frase, y al tener la computadora prendida, abrí un nuevo posteo y la tecleé. Pero lo había olvidado. Como ahora olvido tantas cosas. 

Y aunque dejé la frase desnuda. Sin unas comillas o algo que me dijera de dónde había salido, ese hacés me dio el norte de que no era mía. No tardé demasiado en saber que era algo que alguien le había dicho a Oliveira, quizá Gregorovius. 

La verdad es que la frase me deja pensando muchas cosas, demasiadas. Tanto así que he dudado varias veces antes de ponerme a teclear, porque justo antes de hacerlo mi mente me dice que eso no es precisamente lo que me ha hecho pensar. Jodido asunto. Y así, luego de algunos trastabilleos me puse a escribir esto que no tiene nada que ver con nada de lo que antes se me había ocurrido. Pero el hacerlo me da una cierta sensación de satisfacción. Aunque en realidad no estoy diciendo nada. 

Ni hablo de mi búsqueda o de las búsquedas del ser humano; de llevar en el bolsillo lo que se busca por fuera, de pensar que Rayuela es un simil de la vida, con sus contradicciones y sus surrealismos, con las estúpidas pérdidas que luego tanto anhelamos. De creer que antes no buscaba nada, y sentirme tan ignorante y encapsulado por ello. Y probablemente ni siquiera vaya a escribir sobre cada uno de estos asuntos. 

Vuelvo a la frase y deseo más el poder divagar sobre ella con alguien, frente a frente. Con Lili por ejemplo. Poderle decir sin ninguna vergüenza que siento que estoy buscando algo que ni siquiera sé lo que es. Que tantas veces siento que no sé ni lo que quiero. Poder escuchar qué le hace pensar a ella. Y simplemente hablar de cualquier cosa.