Un año más que pasa y sigo viva.
Algo obvio, quizás, para la gente
pero no para mí que estoy amenazada
por la "larga y penosa enfermedad"
a la que alude el mundo
cuando, disimulando en un susurro,
pretende hablar del cáncer
como si fuera algo vergonzoso.
El mundo, sí,
qué discreto y delicado para ciertos temas
y qué salvaje y turbio para otros
donde la crueldad la ejerce el hombre
y no precisamente,
con la total indiferencia de Natura,
sino con la ambición que frena y desbarata
la evolución del bien en nuestra tierra.
Nada cambia en el mundo,
la carne sigue siendo fragilidad sufriente
y el demonio se impone con su imperio
caótico y perverso sobre todas las razas.
Escriban un poema que no sea un panfleto
de los muchos que surgen por las redes,
una emoción que, humana, se aproxime
al otro con las letras extendidas,
los pájaros dispuestos para el vuelo más alto
y el diente para el hambre que nos acucia a todos.
Un rítmico poema
que ponga los acentos en la vida
porque tendremos tiempo ad aeternum
de ser fans de la muerte.
Escriban el poema que acelere los pulsos
de los que, por amor, siguen despiertos,
y avanzan por amor y se rebelan
ante el inmovilismo de las masas.
Nihil novum sub solem, compañeros,
pero escribamos viejas cosas nuevas
y estrenemos el alma.
Facebook me ha traído el recuerdo de este bellísimo poema de Morgana, de hace unos años que lo compartí en mi muro, el poema tiene más tiempo, lo recuerdo bien porque me invitó a escribir algo al respecto, respecto a esas viejas cosas nuevas que a veces escribimos a los que nos gusta escribir.
Y sí, está esa parte de los versos que me llama con claridad, pero el comienzo del poema me habla de mi madre. Otro año más que pasa y sigue viva, casi cuatro, desde aquel aciago 2020 que con tantos cargó. Pero antes de la cuarentena y el desastre, nosotros teníamos a mi mamá cada día peor, con esa larga y penosa enfermedad que también aquejara a mi querida Morgana.
Precisamente el día de mi cumpleaños, el mes que viene, serán cuatro años exactos de la décima sesión de radiación que mamá recibió y que casi termina con su vida.
Pero aquí está. Aquí sigue. Y desde mi miope perspectiva han sido cuatro años excelentes, en los que quizá por primera vez cosechó lo que antes con tanto empeño había sembrado. Y aunque es una colérica que no descansa, tuvo que aprender a dejar pasar el tiempo viendo una película o una serie, me costó trabajo creer que vio ocho episodios de una serie en un día.
Aquí sigue mi vieja, aquí seguimos, sabiendo que el día menos pensado el cáncer ganará finalmente la partida.