En la mañana pensé en un poema escrito el año pasado, aunque podría haber sido días antes y hasta ese día fue publicado. Un poema lindo. Un romance en octasílabos que debo decir fue escrito para "ella", para la misma persona a la que le escribí tanto, tanto tiempo después, de no tantas formas distintas.
Y resultó que facebook me lo mostró en la mañana como un recuerdo, así que lo leí de nuevo -me resulta imposible no hacerlo-, sigue viéndose lindo. Al menos a mis ojos.
Fue de hecho, el último poema que escribí pensando en ella, inspirado por ella, aunque supongo que también ignorado por ella, porque a esas alturas ya no tenía intención de leer mis desvaríos, ni yo de mostrárselos. Algo es algo.
Es este:
No me sigas ni me esperes
que me estoy abriendo paso.
A mi modo, a trompicones,
con un inmenso retraso.
Pero siempre fui tan lento
pasmarote en mi letargo;
calmo, torpe, distraído,
es mi andar perfeccionado.
No me sigas ni te sigo
hablemos mejor un rato.
De la muerte, de la vida,
de nuestros propios milagros.
Dime en qué sueñas despierta
si tienes deseos profanos;
si a pesar de los pesares
la vida bien te ha tratado.
Yo te diré mis secretos
los pasos que voy andando,
el porqué de mi tardanza
de qué me voy enterando;
para aprender a vivir
cargando con mis fracasos.
Aceptando mis defectos
amando mi lado flaco.
No me sigas ni me esperes
vuela mejor a mi lado.
Seamos libres codo a codo
con los sueños desplegados.
Acepto tus diferencias
veme por todos mis lados:
los lindos, los divertidos,
también los desesperados.
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