viernes, 29 de octubre de 2021

amar(se)

Dicen las lenguas que se consideran poseedoras de ciertas verdades que parecen innamovibles, aunque la metamorfosis de esta idea la ha vuelto del conocimiento de todo tipo de individuos, que para poder amar a alguien debes primero poder amarte a ti. Es una idea que en mi opinión tiene mucha lógica pero que también me hace pensar ciertas cosas con respecto a mí y mi forma de amar.

Por un lado he descubierto que no me amo. Así, sin analgésico ni eufemismos. Es mi verdad. Pero por otro lado soy alguien que sabe amar, que se puede entregar a ese ser especial (o no tanto) sin pensar en nada más que en que es feliz haciéndolo. Me lo dijo una buena amiga luego de leer el primer libro que escribí, me lo dijo el psicoterapeuta: tienes una forma de querer muy bonita; y lo pienso yo. Sé que sé amar, o al menos eso es lo que pienso.

Y entonces aquí hay una enorme contradicción como cualquiera puede darse cuenta. Y es el asunto que me ha puesto a pensar más de una vez: no creo que sea del todo cierta esa supuesta verdad, yo sé amar a pesar de no saber amarme.

Es curioso que lo que me trajo a teclear esto es un fragmento que dejé señalado en 1Q84 de Murakami, que a pesar de que me interesó y me intriga en que acabará la extravagante historia, no me gustó demasiado ni me parece que Murakami sea el gran escritor que muchos dicen que es. El fragmento es el siguiente:

    –Estoy cansado de vivir detestando, odiando, guardando rencor. Estoy cansado de vivir sin amar a nadie. No tengo ni un solo amigo. Ni uno solo. Y, sobre todo, ni siquiera soy capaz de amarme a mí mismo. ¿Por qué no puedo amarme? Pues porque no puedo amar a otros. Cuando uno ama y es amado, la gente aprende la manera de amarse a sí mismo. Quien es incapaz de amar a alguien, no puede amarse debidamente a sí mismo.

Ni las verdades que se alardean a diestra e izquierda son ciertas por ello, ni las cosas que se dicen en los libros lo son por esto mismo. Pero también encuentro lógica en el argumento. 

Aunque creo que la lógica la pongo yo al mirarme.

 



martes, 26 de octubre de 2021

Vida beisbolera


 

Creo que nadie podría haber imaginado que Boston le iba a echar a perder dos salvamentos consecutivos al mejor pitcher cerrador de todos los tiempos, Mariano Rivera. No imagino al más entusiasta fanático creyendo que era posible que sus Medias Rojas pudieran llegar a la Serie Mundial, luego de estar 0-3 y a tres outs de la eliminación, precisamente teniendo a Mariano enfrente. Pero Boston fue campeón, la maldición del Bambino caducó y es el equipo con más títulos en este siglo.

Alguien ha dicho que lo más predecible de la vida es que es impredecible. Algún otro sentenció que si quieres hacer reír a dios debes contarle tus planes, cosa que supongo molestará escuchar a los creyentes en los decretos y en un universo complaciente y a nuestras órdenes. 

Así de impredecible es el beisbol. 

El pitcher más impresionante de la temporada puede ser agarrado a palos en postemporada, mientras que el novato al que no hubo otro remedio que darle una oportunidad con el Rosario en la mano, puede lanzar el partido soñado por cualquier lanzador. Con las bases llenas, el campeón de bateo de la liga puede batear para doble play pulverizando millones de ilusiones, de la misma forma que el pitcher de la liga americana puede dar de hit en la Serie mundial.

Cuántas veces habré visto todos estos escenarios en mi vida. A favor del equipo que apoyo y en su contra. 

Qué bases tiene en realidad un manager para decidir sacar a su abridor entregándole todo a lo que traiga en el brazo y en los nervios su relevista estrella. Cuántas veces no he visto que la titánica labor de un pitcher es tirada al caño en unos cuantos segundos.

Y recuerdo a Lennon: la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes. Y un strike de vida siempre será suficiente, también.


lunes, 25 de octubre de 2021

La la what?


  

No sé si será que me acostumbré tanto a los finales felices que un término agridulce o de plano amargo me molesta bastante. Un final abierto donde podría pasar cualquier cosa pero no se nos asegura qué, se me queda incompleto. Quiero algo que al menos hasta donde ha llegado la historia las cosas parezcan resueltas, con una resolución satisfactoria.

Aunque quizá es tan en exceso agradable ver una historia resuelta de la mejor manera como una especie de paliativo frente a nuestra imperfecta vida. Al menos en la pantalla las cosas funcionan.

Recuerdo también el final de Girls, cuando parece que pese a todo Hannah y Adam terminarán juntos y, seguramente luego de tanta experiencia estarían preparados para vivir juntos de la mejor manera, las cosas ya no funcionan, ya no son como antes, la magia se extinguió. Lo que son cenizas ya no pueden arder a pesar de haberlo hecho antes con tal intensidad. Y nos volvemos a quedar con cara de: Pero por qué.

Creo que precisamente un final como el de La la land nos desconcierta tanto porque no sabemos soltar a las personas cuando deberíamos. Si todo parecía tan bello, si todo parecía tan perfecto. Qué difícil aceptar que una persona ya no es para ti, que quizá no lo fue nunca.

viernes, 22 de octubre de 2021

de la suerte, la envidia y los strikes

Dice una frase bastante popular que los afortunados en el juego, son forzosamente desafortunados en el amor. Palabrería que me hace pensar en nuestra innata envidia. Alguien está teniendo demasiada suerte jugando, y la mayoría de la gente juega por dinero. Ergo, si alguien se está enriqueciendo a nuestra costa, pues que al menos nos quede la malsana satisfacción de que en cuestión de amores es muy desafortunado. Y pensemos de paso que la vida tiene algo de justicia.

Yo pienso que la vida no es justa y que esa supuesta sabiduría popular es totalmente falsa. La suerte jugando a las cartas va y viene en su azaroso juego mientras que la suerte del amor depende mucho más de nosotros.

¿Y qué tienen que ver los strikes? preguntará más de un lector. Pues que me puse a pensar que lanzar un juego sin hit depende más de la suerte que de la habilidad del pitcher. Que para lanzar un juego perfecto se necesite de mucha más suerte que de perfección: la suerte del lance espectacular, la suerte de que nadie cometa ese error fuera de su rutina. Quizá también la suerte de que el ampayer cante un strike que no era.

La habilidad del pitcher está además de en lanzar esa escurridiza pelota, en no conceder bases por bolas. La pequeña gran diferencia entre el sin hit y el perfecto, contra la que decía el Mago Septiem, no hay defensa.

Y esa invaluable suerte, que caprichosa, puede cambiar de lado en el momento menos esperado.



martes, 19 de octubre de 2021

"Copular, no hacer el amor sino copular, como los cerdos o los caballos: eso hacían los hombres con las mujeres. Abalanzarse sobre ellas, abrirles las piernas, meterles sus chorreantes vergas, embarazarlas y dejarlas para siempre con la matriz averiada, como André Chazal a ti. Porque esos dolores ahí abajo tú los tenías desde tu malhadado matrimonio. "Hacer el amor", esa ceremonia delicada, dulce, en la que intervenían el corazón y los sentimientos, la sensibilidad y los instintos, en la que los dos amantes gozaban por igual, era una invención de poetas y novelistas, una fantasía que no legitimaba la pedestre realidad. No entre las mujeres y los hombres en todo caso. Tú, por lo menos, no habías hecho el amor ni una sola vez en esos espantosos cuatro años con tu marido, en aquel pisito de la rue de Fosses-Saint-Germain-des-prés. Tú habías copulado, o, mejor dicho, habías sido copulada, cada noche, por esa bestia lasciva, hedionda a alcohol, que te asfixiaba con su peso y manoseaba y besuquaba hasta desplomarse a tu lado como un animal ahíto. Cuánto habías llorado, Florita, de asco y vergüenza, después de esas violaciones nocturnas a que te sometía ese tirano de tu libertad. Sin preocuparse jamás de averiguar si querías hacer el amor, sin la menor curiosidad por saber si gozabas con sus caricias –¿había que llamar así a esos jadeos repugnantes, esos lenguetazos y mordiscos?–, o si te causaban dolor, tristeza, abatimiento, repugnancia. Si no hubiera sido por la tierna Olympia, qué pobre idea tendrías del amor físico, Andaluza.

Pero todavía peor que ser copulada, fue quedar embarazada a consecuencia de esos atropellos nocturnos. Peor. Sentir que te hinchabas, deformabas, que tu cuerpo y tu espíritu se trastornaban, sed, mareos, pesadez, el menor movimiento te costaba un esfuerzo doble o triple del normal. ¿Eso, las bendiciones de la maternidad? ¿Eso lo que ansiaban las mujeres, con lo que cumplían su vocación íntima? ¿Hincharse, parir, esclavizarse a las crías como si no bastara ser esclava del marido?"

De "El paraíso en la otra esquina" de Mario Vargas Llosa.

 

Debería parecerme sólo un documento que atestigua el atraso y la ignorancia de la civilización, una triste postal macabra, empolvada, superada, por más vergüenza que dé. Pero tiene una vigencia mayor de lo que me gustaría creer. 

Y hay tantos que siguen negando la deuda que tenemos con las mujeres, de los privilegios que aún tenemos. No creo que haya que decir mucho más.

 



viernes, 15 de octubre de 2021

hábitos

Depender del hábito, no de la motivación. Pues sí, suena bastante lógico. La motivación se esfuma tan fácil como llegó, el hábito de vuelve parte de uno.

No quiero echar las campanas al vuelo, ni dar por hecho cosas, pero luego de poco más de dos meses me gustaría creer que he vuelto un hábito el ritual matutino que implementé en mi vida. Un ritual que incluye meditación, o un intento de esta; escritura de un diario, lectura, dibujo con mi mano izquierda y ejercicio, y que por extraño que a mí mismo me parezca no he interrumpido ni en los días de más pereza. Algo que no me habría imaginado.

Bueno, nunca me creí capaz de estar frente a un extraño y hablarle de mí intentando ser sincero, dejando la vergüenza afuera de la pieza. Así que no debiera sorprenderme tanto. Aunque gracias a ello me conozco más y sé todo lo que implica.

 



jueves, 14 de octubre de 2021

el rey de los deportes

Dice Ernesto Jérez que ningún deporte genera tantas emociones como el beisbol, y estoy completamente de acuerdo con él. Afirmación que sonará ridícula para todo aquel que no haya disfrutado de un emocionante juego de postemporada o que no haya tenido la curiosidad de sentarse a observar un juego, que cree que es un deporte aburrido o que dice no entender cómo se juega. 

Digo un juego de postemporada porque es cuando hay más en juego, no hablemos ya de un juego siete de serie mundial, como el Indios Cachorros de 2016 que tuvo uno de los finales más emocionantes que yo recuerde. 

Podría citar ejemplos y ejemplos desde que comencé a mirar el juego con plena conciencia, con héroes que se cayeron cuando no debían y chicos inexpertos que forjaron una leyenda basada en talento y suerte: ¿Clayton Kershaw y Steve Avery? ¿Barry Bonds y Josh Beckett?

Como en todo, no se puede hablar de lo que no se conoce. Yo que soy un apasionado de los deportes lo afirmo: ningún deporte genera tantas emociones como el beisbol

¿Alguien recuerda el jonrón de Muncy casi a las 3 am en la entrada 18?

 


 


domingo, 10 de octubre de 2021

asuntos poco elegantes

 

¿Por qué es poco elegante sentir que necesitas a alguien? Que te sientes mejor persona junto a esa persona, que sientes que la conoces de otra vida, y se te hace infinitamente difícil entender la vida sin él/ella. A mí no me parece algo necesariamente malo...*

Me parece grotesco que todos quieran dejar claro que no necesitan a nadie, que ellos no sufren por amor. Parece que piensan que si todos repiten la misma mentira parecerá más verosímil. Como esa multitud de súbditos que se ha puesto de acuerdo para asegurar que el traje nuevo del rey es lo más hermoso que han visto. 

Se ha puesto tan arriba al individuo como tal, que resulta descabellado imaginarlo incompleto a causa de la falta de su ser amado. Sólo un ser inferior podría sufrir por alguien.

Pareciera un juego idiota desear que aparezca alguien especial a la vez que tratar de que parezca que no se necesita a nadie en absoluto.

*de lachicadelahoradelte.blogspot.com

martes, 5 de octubre de 2021

morir joven

Para morir joven ya soy demasiado viejo.

Esta sentencia me ha hecho demasiada gracia, y claro, me ha hecho pensar en mí. Es el nombre de un blog al que entré a leer hace algunas semanas. 

Y aunque me siento joven en verdad, y no como muchos viejos se aferran a decir para ver si pueden engañar al tiempo o a la vida, o a los demás; sí creo que para morir joven ya soy bastante viejo. Han pasado por mi vida once olimpiadas.

Porque a pesar de todo, ya no soy un chamaco de veinte, aunque tantas veces lo parezca.

Y recuerdo con una sonrisa burlona cuando siendo niño pensaba que alguien que pasaba de los cuarenta ya no era joven. Tampoco era viejo, pero ya no joven. Y como dije antes, me siento joven. No sólo porque no adolesco de los achaques de los que alardean los treintones, como una cruda de varios días o inexplicable dolor de espalda.

Pero me parece apropiada la frase: soy demasiado viejo para morir joven.




viernes, 1 de octubre de 2021

de estupidez y libros

...pero pese a lo mucho que había leído, a veces se mostraba tan estúpido como Grenn...

Es cierto. Pocas cosas hay tan ciertas. No importa cuánto se lea, en esencia seguimos siendo los mismos estúpidos. O los mismos no tan estúpidos.

Creo que todo se resume a algo dicho por Cortázar en Rayuela: La razón sólo nos sirve para disecar la realidad en calma, o analizar sus futuras tormentas, nunca para resolver una crisis instantánea.

Como escribí hace no demasiado tiempo, la experiencia en realidad sirve de poca cosa. Lo sabe cualquiera que se ha salido de sus casillas por cualquier razón luego del desaguisado hecho, mientras no deja de pensar qué ha pasado. 

No importa cuántos libros devores, a la hora cero, todos se quedan guardados. Y además se recuerda tan poco de lo que se lee.

 

Por cierto, el fragmento es, creo que de Danza de dragones. Samwell Tarly es el estúpido gran lector al que Jon se refiere.

Y creo que esto también tiene todo que ver con que me parezca tan ridículo que la gente presuma que si lees te vuelves más inteligente, entre otros cientos de virtudes que quieren que creamos que tienen. En primer lugar porque los libros que leen no tienen valor más allá del entretenimiento. Son sólo historias para pasar el rato.