miércoles, 30 de septiembre de 2020
causas y efectos
lunes, 28 de septiembre de 2020
y entonces
Entonces llanto. Y perdones y abrazos y besos babosos y más perdones y sexo tierno, desgarrado, enamorado, seguro. Y amanecer con la luz del otro entre los brazos. Y perdonarnos y seguir llorando. Y hablar del futuro. Y estar convencidos de que no hay nada más en el mundo que el espacio entre los dos. Y desgastarse el uno al otro de tanto quererse y no aceptarse. Y así.
Esto es de "Todos los días son nuestros", de Catalina Aguilar Mastretta. Sí, ya había escrito sobre este libro que parece ser me impactó más de lo que pensaría.
Me gusta particularmente ese amanecer con la luz del otro entre los brazos. Pienso que luego de tantas lágrimas compartidas, peticiones de perdón honestas y perdones concedidos que esperan estar libres de rencores, quede una luz muy particular donde exista el amor que se le tiene al otro. Amanecer en los brazos del otro, con el rostro cubierto de sudor y lágrimas, con esa cierta paz que viene luego de sortear como se ha podido la tempestad. Y ojalá sea domingo y sólo haya que levantarse a vaciar la vejiga y se pueda volver a ese pequeño edén que se crea en ese abrazo compartido con los besos dispuestos y esperando. Donde nada más importa que el espacio entre los dos.
lunes, 21 de septiembre de 2020
somos
jueves, 17 de septiembre de 2020
los otros autorretratos
Los últimos tres autorretratos son de este año, y creo que cada uno tiene una intención.
Del primero no podría explicar el por qué de esos dos rostros entrelazados, uno más pesaroso que el anterior, pero así quedaron. Un rostro más grande que el otro, a diferente altura, pero ambos mirando a quien los mire. La foto del rostro más grande la tomé luego de derramar unas lágrimas por mi madre que parecía morir, el otro es sólo mi rostro que se resiste a sonreír.
El segundo parece lo opuesto. Estoy muy sonriente a pesar de tener el rostro lleno de golpes: rasguños, moretones, raspones, un corte profundo. Así de sonriente estaba yo enamorado, luego el asunto se jodió de algún modo y me fui de hocico sin meter las manos. La foto la tomó ella, de ahí la sonrisa.
El último es bastante reciente, de hace pocos días, de una foto que me tomé algunos días antes. Por primera vez se aprecia mi cabello largo. Creo que representa un yo más sereno que puede mirar de frente. Me gustó bastante cómo quedó.
En los tres retratos se aprecia, con mayor o menor intensidad, la herida que me hice en la frente, hace un año jugando basquetbol. Una herida significativa.
más versos para ella
Los esqueletos de este viaje amoroso:
viernes, 11 de septiembre de 2020
Autorretratos
nosotros los irresponsables
La verdad es que no pensaba volver a escribir sobre la pandemia, sobre el Covid, ni sobre la cuarentena. Otra verdad es que esto lo pensé escribir hace tres semanas quizá, pero se postergó, tanto que incluso creí que ya no vería la luz del internet, jajaja.
El asunto es que, al menos en mi entorno más inmediato, no hemos sido precisamente los más cuidadosos ni los más responsables. Hemos sido descuidados y valemadres, partiendo de aquel principio del a mí, a nosotros, no nos va a pasar. Supongo que porque nos creemos mejores o con más derecho que los demás. Nada raro, casi todos piensan igual.
Nosotros sí nos cuidamos. Nosotros salimos, pero con precauciones. Nada más vamos a ser quince personas (que terminan siendo treinta), sólo los más allegados (y como todos nosotros sí nos cuidamos no hay problema). Y hay una fiesta y una reunión y un cumpleaños. Bueno, en mi familia ha habido hasta fiestas de más de cien personas. No tenemos ninguna certeza de las precauciones ni las salidas de los invitados a ese petit comité pero confiamos porque somos familia y, ya sabemos, nosotros somos los buenos.
Y claro, empezando por mí que comencé una relación en plena cuarentena. Y aunque sólo iba a verla a su casa y ahí nos quedábamos, sé, sabíamos lo irresponsables que fuimos.
Pero la verdad es que al ver el número desmedido de personas que entraban y salían de mi casa para visitar a mi mamá, sentí que sería un imbécil si yo respetaba la prohibición mientras los demás hacían de su culo un papalote. Sé que los males de muchos son el consuelo de los tontos, y no niego mi estupidez. Pero de nada serviría que yo evitara saludar a las visitas si todos llegaban a besar y abrazar a mi madre y a mi padre. Y yo ayudaba a mi madre a hacer muchas cosas estando a sólo centímetros de ella.
Pero bueno, hemos tenido suerte. Por ahora.