miércoles, 27 de febrero de 2019

de oscuridades



"Hay oscuridad en tu corazón".

Pienso en Arya Stark y en la sentencia que tan sinceramente le obsequia Melisandre, la sacerdotisa roja, cuando se conocen; después de mirarla y ver en sus ojos quién sabe cuántas cosas más. Pero también podría pensar en Tai lung, el poderoso villano del Kung fu Panda, al que le fue descubierta por el sabio Ogg way; negándose a compartirle el secreto para el poder ilimitado.

La heroína, quizá la favorita de Juego de tronos, y el villano. ¿Será acaso una oscuridad distinta la que pinta el corazón de ambos personajes? Quizá muchos dirían que sí, porque Arya es la heroína y Tai long el despiadado villano. De una cosa creo estar seguro, ninguno puede hacer nada para dejar de tener eso que tiene dentro.

Esto me vino a la cabeza de recordar esa frase de Jung: Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad. Sólo yendo a esos lugares oscuros y vergonzosos puedo ver la luz al final del túnel; sólo arrastrándome por el lodo puedo salir, al fin, limpio.

Me resulta complicado el asunto porque no es algo que uno escuche con frecuencia, al menos en mi caso. Se asocia la oscuridad con la maldad, como en el caso del malvado leopardo, pero sólo con eso. No parece ser compatible que una persona sea buena y al mismo tiempo decir que tiene un lado oscuro.



viernes, 22 de febrero de 2019

del conocerme

Ayer, 21 de febrero, se cumplieron exactamente dos años de que entré a ver al terapeuta. No puedo decir que desde que empezó la terapia, porque esa empezó algunas semanas después, luego de que proveí de la primera información necesaria al terapeuta para que se diera una idea de a qué nos enfréntabamos. Quizá –y de hecho eso es lo que pienso– supo más o menos de qué forma enfrentar a la bestia desde ese primer día en que me senté a intentar contarle por qué estaba ahí frente a él. 

Como la mayoría de la gente, era ignorante de lo que implicaba un proceso de psicoterapia y del tiempo que tardaría este en llevarse a cabo. La verdad es que me espanté un poco cuando Erik, el día de la décima sesión, me dijo que las sesiones que llevábamos equivalían a sólo el 5% del todo, ¿QUÉ? Hice una rápida matemática para ver que el 100& de eso eran 200 sesiones. 

Ahora veo distinto a la persona que soy. Ahora miro a ese "hombre" que intentaba contar su vida con otros ojos y lo que veo a veces me da risa o pena o las dos cosas. Ahora puedo entender ciertas cosas sobre la persona que soy.

Dice Erik que voy bien, algunas veces. Que es agradable trabajar con alguien que está dispuesto y que pone de su parte. A veces me reconoce ciertas cosas que me hacen sentir que el a veces devastador esfuerzo vale la pena: "lo que haces es un acto de amor hacia tu persona".

Pienso que ese avance y disposición tiene mucho que ver con el hecho de que llegué solo a la terapia, nadie me llevó, nadie me obligó a ir. Me creí la idea de que era algo pertinente, y, tenía un gran motivo para hacerlo. Y creo que ella sigue siendo un enorme motivo, a pesar de todo.


lunes, 18 de febrero de 2019

adios Google+

Google+ fue mi primer red social. Se abrió en automático cuando abrí el blog hace ya casi seis años, de hecho ni siquiera sabía que existía, pero fue por mucho tiempo la única red social en que participé. Fue ese lugar donde se compartían las cosas que comencé a escribir y que he seguido escribiendo todo este tiempo, el lugar en el que tan a gusto me sentí en estos años.

He conocido a bastantes personas que me da gusto haber encontrado, algunos que se han convertido en amigos entrañables. He conocido a personas que como yo se dejan ver en lo que escriben en un blog, un espacio que gente tan cercana a nosotros no visita pero en donde se han forjado estas maravillosas amistades. Y como dijo Pacheco: no leemos a los otros, nos leemos en ellos.

Nunca fue una red tan popular como sus creadores esperaban pero fue la preferida de un grupo de gente que siempre despreció facebook. Y la verdad es que últimamente se estaba llenando de pornografía y comunidades olvidadas por sus creadores.

Fue lindo mientras duró.



sábado, 16 de febrero de 2019

lo que somos


Bueno, no estoy muy seguro de lo que quiero escribir, no sé por dónde comenzar aunque la punta de la madeja puede aparecer en cualquier momento, o no hacerlo jamás, que también se puede. En este momento llega ese arraigadísimo pensamiento pendejo que dice que las cosas negativas no deben pasar nunca por la mente porque ahí podrían quedarse, porque atraemos las cosas que deseamos y más basura por el estilo.

Tiene bastante sentido, al estar inmerso en un proceso de autoconocimiento, de descubrimiento, de enfrentarme con mis verdades (–debes decir tu verdad Conor McGregor), en espera de que algo bueno salga del enredo, y que aunque no se ame la trama, al menos se viva, esperando llegar al descenlace*

La cosa es que estas frases me hablaron, me llevaron a resaltarlas interrumpiendo mi lectura para luego volver a ellas, para quedarme con cara de imbécil con las palabras retumbándome dentro, volviendo a leer, en la incomprensión absurda de lo que se espera sea entendido con facilidad. Los fragmentos son estos:

Nunca nos deberíamos sentir seguros de aquello que pensamos ser porque, en ese momento, pudiera muy bien ocurrir que ya estemos siendo cosa diferente.

Si seguimos así dejaré de saber quién soy. Mi padre te diría que ésa es una de las cosas que nos suceden muchas veces en la vida.

Luego, no sé, no creo que la mayoría de la gente llegué a cuestionarse este tipo de cosas. Creo que están ocupadas en sobrevivir. Y yo, bueno, a veces pierdo el tiempo llenándome la cabeza de pensamientos de todo tipo.

sábado, 9 de febrero de 2019

divagues sobre el enamora miento


No recuerdo si se lo escuché decir a alguien o si lo leí por algún lado, así de atrofiada está ya mi memoria, aunque como dijera el personaje de una película mexicana (Vivir mata) que recuerda un número de teléfono mencionado horas atrás: los genios nomás nos acordamos de puras pendejadas. Ja, no es el caso. Quizá es que ahora yo lo estoy armando con las referencias que he adquirido pero trato de darle algo de peso al argumento, quién sabe. Bueno, la idea era que el estado de enamoramiento es un estado de mentira, no de irrealidad, sino de mentir: en+amor+ miento.

Dejando de lado cualquier razonamiento sobre el amor, acerca de lo que es (o no es) o de si es que existe (hay más amargados que lo afirman). Digamos que uno cree que siente amor, uno se siente enamorado, aunque la mayoría de las veces estamos sólo obsesionados con la forma de ser de una chica (o chico) que nos parece mil veces más linda de lo que es, porque la soledad ha alterado nuestra percepción.

La cosa es que en ese estado de amor mentimos, y no sólo nos mentimos sobre lo perfecta que es esta persona y sus increíbles rarezas antes de que muten en “putas manías”. También le mentimos a ella, porque frente a la casi perfección de su persona está el saco lleno de defectos que sabemos que somos, porque a nosotros, en mayor o menos medida sí nos conocemos. Y durante el proceso de seducción, con más o menos capas de maquillaje, sólo le mostramos la cara más amable o esforzadamente fingida que podemos. ¡Qué casualidad que a nosotros también nos encantan los Smiths!, sólo tomamos mezcal y le vamos a los Vikingos de Minesota (igual que ella). Hasta negaremos nuestro querido porno con más vehemencia que Pedro en esa noche fatal.

Pero creo que aun si uno es consciente de que para que pueda florecer un amor verdadero (en el sentido de que esté basado en hechos y no en mentiras y sueños) se debe empezar por ser sincero –­al menos sobre cosas básicas de nuestra persona– no se puede ser sincero sobre todo.

Porque ninguno dice: Que sí, que soy un celoso enfermizo que ha llegado a tal o cual extremo; que la verdad es que me cuesta mantener el pito dentro de los pantalones y a todas mis parejas les he pintado cuernos. Por más galante que le pareciéramos saldría corriendo. Nadie valoraría ese grado de sinceridad. O que una chica de maravillosa sonrisa nos suelte que mientras averigua si es que somos lo que espera que seamos o si puede llegar a amarnos nos tratará dependiendo de cuánto le demos. No pues no: maldita interesada.

Luego está esa otra película mexicana con aquello del Prometer, prometer y prometer; y ya después de haber metido, olvidar lo prometido. Y olvidar a la persona. Una más a la lista del Donjuán, una menos en la lista telefónica. Y ahora es tan fácil. Bloquear su número de todas las aplicaciones en las que antes le contabas sobre lo especial que era y lo afortunado que te sentías de conocerla.

Cosas de los tiempos modernos, más nuestras mentiras de siempre.


domingo, 3 de febrero de 2019

la voz

A veces no reconozco a la voz que escribe, a mi voz cuando escribo. Ese susurro que me va dictando las cosas que debo teclear, a la que se le ocurren las palabras y las frases y las bromas; la que es sarcástica o cursi, a veces demasiado; a veces cruel o presuntuosa. La voz que edita sobre la marcha: eso es genial, eso es basura, eso mejor no, espera... eso amerita otro texto, escríbelo antes de que se vaya y jamás vuelva (como pasó ahora). Estoy seguro que es la que se deja seducir por las musas, o la que las seduce quizá; la que se hace la interesante para que me vengan a poner ese beso en la frente que detonará cientos de tecleos con algún sentido, consentida la voz.

A veces me parece tan original, que debo sonreír mientras tecleo. Pura vanidad, qué hacemos. Soy humano. Esa excusa siempre me ha parecido patética. Pero la voz me hace pensar que aquello es una puntada graciosa. ¿Lo es? Debo decir que me parece original para mí, para las cosas que he dicho, que es un destello que en verdad me asombra porque no veo de dónde pudo haber salido. Porque sé que seguro hay bastantes colegas a los que también les ha pasado por la cabeza y algunos la habrán podido expresar de mucho mejor manera que como yo lo hice. O será que aquella musa nalgapronta se divierte susurrándole lo mismo a cada escritor que le atrae un poco. Puede ser.

Pero a veces la voz abusa de lugares comunes y si acaso lo que estoy tecleando tuviera algún valor este se reduce debido a la manera poco original como lo estoy diciendo. Sobre todo con expresiones y frases hechas, algunas tan gastadas que me parece en extremo patético que hayan pasado mi supuesta edición, por la censurante voz. Porque vamos, soy tan común que es muy lógico que se me ocurran tales gastadas sentencias, pero al menos debería darme cuenta cuando han aparecido y ni siquiera pasarlas por mis dedos.

A veces también la voz me dice que sería buena idea si vamos a ese lugar donde esas chicas lindas y coquetas se quitan la ropa mientras sonríen a la cámara. Y a veces (muchas veces) le hago caso.