martes, 12 de abril de 2022

concursos premios y falsedades

Cuando estudiaba la universidad me gustaba participar en los concursos del departamento de Difusión cultural, en parte por un asunto de satisfacer a mi ego y en una parte menor porque de resultar entre los ganadores me podría ir un fin de semana al festival cultural de la zona de mi campus para competir ahí, y de paso darme una paseadita ya avanzado el semestre. De hecho sólo conozco San Luis Potosí e Irapuato por aquellos viajes estudiantiles.

Modestia aparte, en mis cinco años universitarios asistí a los cinco festivales, entre ellos uno aquí en Toluca, y en todos ellos me traje un premio conmigo. Así que el asunto del ego quedaba en exceso satisfecho, y la paseada ya nadie me la quitaba.

Participaba con mis dibujos, porque las pocas pinturas que inscribí nunca fueron premiadas. Y en un hecho insólito, el último año llevé a Morelia un dibujo que resultara con el segundo lugar, y un cuento corto, que para mi sorpresa había ganado el concurso del campus, pero que en el festival no quedó premiado.

Fueron viajes muy buenos, cortos pero satisfactorios, independientemente del asunto de mi ego. Conocí un muy buen amigo con el que me llegué a escapar del itinerario del día y nos fuimos a recorrer el centro de San Luis, en una escapada que incluyó comida y cervezas, y del que nadie se percató. Nos tomamos una foto con Cecilia Suárez que iba como jurado de teatro y conocí a aquel individuo que me aseguró que debía leer a Bukowski.

Aunque lo que venía a relatar no eran esas experiencias que pienso ahora que debería contar después, ni lo satisfecho que dejé a mi voraz ego en esos juveniles días, sino la forma en que se premiaban mis obras en los concursos internos del campus. 

Pareciera que los encargados de escoger las obras ganadoras ya estaban hartos de que Gildardo siempre presentara los mejores dibujos, así que los últimos dos años decidieron darme en esa selección interna el tercer lugar, el mínimo requerido para asistir al festival, y que claro que si regresaba de nuevo con un premio, podrían levantarse el cuello y engrosar la lista de ganadores del Campus Toluca.

Pero cualquiera que tuviera una dosis no demasiado elevada de sentido común y un poco de sentido estético podía darse cuenta que mi dibujo era bastante mejor que los premiados arriba del mío. Pero eso no era lo importante, el chiste para mí era poder volver al festival y hacer una pequeña parada en el semestre sin costo, con las recompensas adicionales que ya mencioné.

Hay una anécdota graciosa de ese último festival en Morelia. El dibujo de una buena amiga también fue seleccionado con el segundo lugar pero ella decidió no ir. Se habría tenido que ir conmigo aparte porque ese sábado nos tomaron la foto de generación y no pudimos partir con los demás. 

A nuestro regreso le dijeron que gané el segundo lugar, y supongo que su ego dio un puñetazo a su sentido común porque ella estaba completamente segura de que mi premio era literario y no de dibujo, porque si así hubiera sido, ella también habría sido premiada. En su mente su dibujo era mejor que el mío.

No soy despiadado ni un poco sincero cuando me encuentro en una situación como esta. Y aunque me parecía irreal que ella no viera lo lejos que estaba mi trabajo del suyo no pude decírselo. Sólo me hizo casi jurarle que mi premio era por el dibujo y no por el cuento como ella estaba convencida.

Y bueno, esto llegó por el asunto de los Oscars. Qué tiene que ver con Will Smith, se preguntarán algunos. En verdad pareciera que respecto a ellos no hay otro asunto relevante. Pero no. Lo recordé por la premiación a la mejor película. Me parece que al menos la mitad de las nominadas son mucho mejores que Coda, pero quisieron premiar otra cosa y no a la mejor película. 

Y sí, parece evidente que no estoy de acuerdo con los premios forzados.




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