“Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de
Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. También fueron invitados a la boda
Jesús y sus discípulos. Y, como faltase el vino, la Madre de Jesús le dijo: No
tienen vino, Jesús le respondió: Mujer, ¿qué nos va a tí y a mí? Todavía no ha
llegado mi hora. Dijo su Madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Había
allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los Judíos,
cada una con capacidad de dos o tres metretas. Jesús les dijo: Llenad de agua
las tinajas: Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora y
llevad al maestresala. Así lo hicieron. Cuando el maestresala probó el agua
convertida en vino, sin saber de dónde provenía, aunque los sirvientes que
sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo y le dijo: Todos sirven primero el
mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú al contrario, has guardado
el vino bueno hasta ahora”.
“Me gusta el juego y el vino, tengo alma de
marinero”.
Mediterráneo
Joan Manuel Serrat
Mis primos (Checo y Chucho) y yo tenemos fama de borrachos.
Tenemos fama de que nos gusta embriagarnos. La verdad es que si. Sí nos gusta
tomar alcohol. Al menos para mí es uno de los placeres de mi vida. Tomar
alcohol con mi gente, en una tertulia planeada o improvisada; entre chistes,
chismes, canciones, recuerdos, cotorreo. No hace falta embriagarse.
Yo argullo que se debe a que soy muy corriente, porque tomo
de todo menos whisky. No me gusta. En estos tiempos me inclino más por el ron,
pero el Torres con coca siempre será de mis predilectos. Aunque gracias a mi
primo Chucho, le he agarrado un cariño especial al tequila con clamato, como
sólo él lo sabe preparar. Esa es otra de las ventajas, mi primo sabe preparar
buenos tragos.
La fama de borrachín me sigue desde la preparatoria. La cosa
es que no es que yo fuera un “ebrio alcohólico”, sino que aprendí a tomar.
Aprendí a tomar con mi familia. Primero una copa. Después de un tiempo dos.
Meses después 3. Las 3 de rigor (ni menos de 3, ni más de 33). La cosa es que
mientras mis amigos se embriagaban con 3 cervezas, yo estaba bien, sin daño
aparente. De ahí la fama.
Nunca tuve que esconderme para tomar, nunca lo he hecho. Si
lo apetezco, tampoco me he negado a la invitación de un trago. Me dijo alguna
vez mi padre: un favor y un desaire no
sabes hacer. Tampoco nunca recurrí a los chicles para disimular el aliento
alcohólico, así que llegaba a saludar a mi madre sin disimular. No pensaba que
hiciera algo malo, así lo aprendí. Así lo veo.
Así que en mi familia (paterna y materna) es bien visto
tomar. En ambas se sigue lo que el evangelio
de las bodas de Caná señala: no puede haber fiesta si no hay alcohol, en
ese caso era vino, pero el resultado es el mismo.
Y como leí que dijo Benjamín Franklin: No vive bien quien no bebe bien. Salud.
Salud!!
ResponderEliminarSalud igual para ti Diego. En ambos sentidos del término. Un abrazo.
EliminarPues si disfrutas... Como Diego dice: ¡salud!
ResponderEliminarMe vi muy alcohólico verdad, jajaja. Tú no lo disfrutas? Me has hecho dudar al respecto. Un abrazo.
EliminarPues si disfrutas... Como Diego dice: ¡salud!
ResponderEliminarSalud! pero como tu dices: no hace falta embriagarse!
ResponderEliminarDisfrutar un poco del buen beber y nada más.
Saludos cordiales
Qué gusto Marta. Me debes los incidentes de tu viaje. Tienes razón, aunque de vez en cuando se llega uno a embriagar.
EliminarUn abrazo
Es que una tertulia sin vinos o camparis o... no sería tertulia.
ResponderEliminarToda la razón Luca. Un abrazo.
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