domingo, 21 de julio de 2019

piezas de rompecabezas

Me puse a releer Rayuela a principios de este año, quizá unos 17 o 18 años después de que lo leyera por vez primera. Me dispuse a leerlo despacio, como un segundo libro que leer, compartiendo su lectura con otras páginas, como con la gran ballena blanca o la célebre nínfula norteamericana.

He disfrutado muchísimo volver a meterme en ese impresionante viaje aunque a veces no sé si puedo comprender de lo que hablaba Julio o con las cosas con las que estaba jugando al escribir. Hay tantas lecturas posibles y tantos juegos dentro de esas enigmáticas letras. Imagino que escribiré más de un posteo sobre esta experiencia y este reencuentro.

Hay tantas cosas que no recordaba sobre el libro, algunos pasajes que seguramente pasé sin detenerme como ameritaba, partes que simplemente había olvidado. Recordaba el capítulo sobre la muerte de Rocamadour, con el cuarto casi a oscuras y el empeño de la Maga porque nadie vaya a despertar al niño; a Talita montada en aquellas tablas entre las dos piezas en ese absurdo episodio, las caminatas por París, las sesiones del Club llenas de jazz y extraordinarios divagues. Pero había olvidado tantas otras cosas.

Ya me había traído Julio a mi abuelita tantas veces cada que nombra pieza a una habitación. No recuerdo a nadie ahora usando esa palabra para designar esa parte de cualquier casa (aunque hay casas que son una sola pieza). Las piezas son pedazos de otras cosas, se invita a bailar una pieza a una chica, las piezas de arte o hamparte que componen una exposición. 

Para mí en las piezas de Oliveira, la Maga o Traveler estaba mi abuelita, la única que tuve; escuchaba en mi cabeza su voz diciendo alguna frase. Luego está el capítulo 105:

Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre una mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alejaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (pensé nosotros y pensé bien, o sentí bien) durante miles de años, durante la Edad del Fuego, hasta que nos la cambiaron por la luz eléctrica. Imaginé otros gestos, el de las mujeres alzando el borde de las faldas, el de los hombres buscando el puño de la espada. Como las palabras perdidas de la infancia, escuchadas por última vez a los viejos que se iban muriendo. En mi casa ya nadie dice «la cómoda de alcanfor», ya nadie habla de «las trebes» —las trébedes—. Como las músicas del momento, los valses del año veinte, las polkas que enternecían a los abuelos.



4 comentarios:

  1. Mi cerebro debe andar atrofiado, pues hay dos obras literarias que he intentado leer y he debido abandonar al poco de empezar: El Ulisses, de James Joyce, y Rayuela.
    Quizá un día me fume un canuto de marihuana y vuelva a intentarlo, jajaja.
    Un abrazo.

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    1. Te diría que lo volvieras a intentar en estos días lectores que se te vienen por delante pero quizá no te apetezca amigo mío. Creo que hay libros que no son para nosotros. Yo abandoné Cien años de soledad y la verdad que no me apetece retomarlo.
      Para mí este nuevo encuentro ha sido fantástico.

      Abrazos.

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  2. Un post que me encantó, Gildo. Leí entera la novela en mi adolescencia y después releí partes a lo largo de los años.
    Hay capítulos difíciles y algo densos, pero como soy una enamorada de la prosa de Julio, los leía para disfrutar más de su forma que de su contenido.
    Que tengas una placentera relectura.
    Abrazote y beeesos.

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    1. Pues recién hace pocos días terminé, por ahora, de releerlo. Hice bastante subrayado. Había comprado una edición española con muchísimas notas pero me entorpecieron mucho la lectura; aunque hay ciertas notas que dan bastante luz. Conseguí otro ejemplar y empecé con él de forma mucho más satisfactoria.

      Abrazos y beeeesos Mire querida.

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