viernes, 17 de mayo de 2024

Ver a mi madre convalecer sólo fortalece mi perspectiva sobre la eutanasia, sobre irme a la hora que yo decida, porque, pues, se me da la gana hacerlo.

Ya he dicho, creo que más de una vez, que me parece un disparate confiar en la piedad de un Dios que pocas veces es piadoso. Y he creído ver que no hay justicia divina ni poética, y que muchos malandrines se salen con la suya. Que el cuento de que nadie se va sin pagar sus deudas no aplica para el loco que mató a diez, al parecer inocentes, y luego se pegó un tiro que acertó; y sólo queda ver a quién echar la culpa del desaguisado.

Pero como también he dicho antes, algunas veces me traiciona la esperanza, y entonces me sorprendo deseando que pasen cosas, que mi aun no difunta ilusión, espera, porque la lógica con la que crecí, dice que así debería ser.




4 comentarios:

  1. Seguido pensamos que la justicia no existe. Pero de muy diversas maneras cada quien paga sus malas acciones. No sabemos lo que cada quien vive, no cómo lo vive.
    Un abrazo.

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  2. No estado terminal da nossa existência somos assaltados por horríveis situações altamente melindrosas e de difícil solução e /ou decisão.
    Abraço solidário de amizade.
    Juvenal Nunes

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  3. "La esperanza es lo último que se pierde", y también lo último que nos mantiene levemente estables, levemente cuerdos, levemente sonrientes.
    Te deseo un buen día, Gildardo.

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  4. Te dejé un comentario, pero no lo veo publicado. No sé si podrás encontralo en las entrañas de tu blog, escondido o como borrador. Repetirlo me resulta complicado.
    Abrazos.

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