viernes, 5 de julio de 2013

me choca usar trajes


Me choca usar trajes. Sería una gran mentira decir que siempre me ha chocado, porque a cierta edad, 16 o 17 años, el uso de un traje en una fiesta, era símbolo, al menos para mí, de estar a punto de alcanzar la tan entonces añorada adultez. Una estupidez, por cierto. Pero solamente una de tantas por venir. Pero bueno, estaba yo señalando que me resulta insoportable ponerme un traje. Y mucho más, si aparte hay que usar corbata. Eso es el acabose. Al ya mencionado martirio del trajecito, agregarle el estar con el cuello aprisionado. No es lo más cómodo que puede uno vestir, al menos desde mi punto de vista. 

Pero, dirán los que me conocen, que es lo más lógico para un fodongo de mi categoría: que no me gusten los trajes. Eso no lo voy a negar. Aunque más bien mi argumento gira en torno a lo monótonos y uniformes que resultan los mentados trajecitos. Me explico: siempre es el mismo modelito; no importa si trabajas en un banco, si eres vendedor u oficinista; si vas a una boda, quince años o bautizo; si eres el jefe de meseros, o el que echa las lucesitas afuera del table; el gerente del cine, diputado, senador o algún otro tipo de político. En todos los casos se usa el mismo traje. Siempre el mismo modelo. Todos iguales: pantalón, camisa, saco y corbata; a veces chaleco,  pero de lejos no se nota casi. Claro que el precio de los trajes de los susodichos personajes no es el mismo. El traje que debe comprar el acomedido y a veces molesto vendedor de Liverpool, no cuesta ni la cuarta parte del traje del diputado, que hasta a la medida puede estar hecho. Eso está claro. Pero de lejos, los dos se ven iguales. Eso que ni qué.

Qué de diferente puede sentir el gerente del banco al vestirse para una fiesta el sábado. Si de lunes a viernes también se puso traje. O será acaso que tiene sus trajes de diario y sus trajes de fiesta, más bonitos éstos últimos. Será posible eso. Yo lo dudo, pero quién sabe, tendré que preguntar al respecto.

Pero el caso es, que a comparación de las mujeres, los hombres estamos condenados a usar siempre el mismo atuendo. Puede variar el color, pero eso es todo, y de hecho no mucho, porque entre los trajes elegantes, aparte de negro y azul marino, no hay mucho hacia donde hacerse.



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