“De tu arte a mi arte, prefiero mi
arte”.
Refrán
popular alburero.
Decía Ulises Guzmán –supongo que lo seguirá diciendo- que los
críticos son las únicas personas que se masturban con miembro ajeno.
La columna final de Antón Ego en Ratatouille (para mí una
obra de arte), es una radiografía extraordinaria de la labor del crítico, la
mayoría de las veces despectiva y pesimista; producto de la increíble mente de
Brad Bird.
Lee uno en ocasiones que tal película dividió a la crítica:
recibió por igual aplausos de pie, que abucheos sonoros. Cómo es eso. Cómo
puede ser posible que una misma obra provoque sentimientos tan dispares sobre
ella, en gente que se supone son “expertos”. A quién le creo, al que aplaudió
parado –tal vez sólo para darse a notar- o al que abucheó con todas sus
fuerzas. ¿De cuál me fío?
Es “peligroso” –qué exagerado- escuchar y tomar en cuenta
recomendaciones de películas, de cualquier hijo de vecino; sobre todo de
aquellos que se sienten “expertos” y hablan por ejemplo, de que “la fotografía
fue excelente”, sin tener una idea de lo que esto es. A veces llegas a ver “cosas
horribles” que alguien te recomendó como una buena película. O a la inversa, no
ves una gran película que no fue del agrado de alguien más.
Pero volviendo al tema. Quién determina qué es arte y qué no
lo es. Quiénes son “artistas”. Será que, el hecho de que un imbécil sin
criterio haya estudiado historia del arte en una universidad cara, le da el
derecho de decidir si esto o aquello tiene valor artístico. Porque en su
momento Van Gogh fue un desubicado, sin ningún mérito en su trabajo. Ningún
“experto” vio lo que después todos veían, lo que ahora todos vemos. Si es que
lo vemos.
Por otro lado, creo que el asunto también se circunscribe al
lenguaje. Porque si yo tengo como pasatiempo pintar, no por eso soy un “pintor”.
Aunque eso hago, pinto. De igual manera, si yo escribo, -lo que quiero, como
puedo, a veces sin saber si uso correctamente los signos de puntuación o si sé
poner acentos- no por eso puedo denominarme “escritor”, pero eso hago, escribo.
Entonces, nuestro lenguaje resulta limitado, para nombrar a cada quien de
diferente manera. Para diferenciar al pintor artista, del pintor aficionado. Al
que escribe porque quiere, del “escritor”.
De igual forma con la palabra “artista” - en estos tiempos,
súper extensa y ambigua-. Es una de esas palabras que a veces ponemos muy
caras, y en ocasiones abaratamos demasiado. Porque resulta, que para mi
familia: para mis padres, tíos, abuelos, etc. , tal vez yo era -o soy- un
artista, porque iba a mis clases de pintura y pintaba mis paisajes y bodegones
copiados. Para otros, probablemente me convertí en artista, hasta que empecé a
crear cuadros míos, cuadros propios. Para conocedores o expertos en el área,
tal vez tampoco podía ser un artista, o tal vez si, no lo sé.
Dicen que el arte es transgresor. Que es innovador. Que va
donde no se ha ido antes. También dicen que en estos tiempos cualquier mierda
es arte, y a veces parece que sí. Porque tampoco se puede transgredir por
transgredir, o ponerte a aventar pintura porque se ve “padre”.
En Noviembre –película
para mí entrañable -, Achero Mañas juega un poco con estos asegunes artísticos.
La idea de hacer algo “totalmente original”, con valor artístico, algo revolucionario:
el arte gratuito, porque de otra manera es una forma de prostitución, porque el
artista crea por el placer de crear y no por la retribución económica; o la
búsqueda constante de originalidad, porque de otra manera te estás repitiendo.
Son dos premisas más que complicadas.
Conocí un grupo de malabaristas callejeros totalmente
obsesionados con esta película, que buscaron emular lo ahí mostrado. No sé si
sabiendo que al hacerlo, iban contra el espíritu del filme, a mi parecer. Yo
decía que se quedaron en el viaje de Noviembre.
Pero bueno, la cosa es que no va uno a estar pensando si su
trabajo cubre los requisitos para ser arte o para ser bueno. Si uno tiene las
cualidades necesarias o la disciplina requerida para ser un “artista”. Uno
hace, lo que le da la gana hacer con las cualidades o el talento que tiene. Y
claro, también te encuentras gente mediocre, que se creen los grandes artistas,
que creen que rebosan de originalidad. Pero bueno, dicen que hay de todo en la
viña del señor.
Mientras tanto, yo me quedo con este popular refrán acá en mi
tierra: De tu arte a mi arte, prefiero mi arte.
Muy interesante. Gracias por compartir tu pensar.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, por leer y por compartirlo también. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Giraldo, la tesis como tal es muy interesante y supongo que centenares de personas en los últimos años han llegado a la reflexión sin tener mucho éxito en las conclusiones, pues supongo llegamos a un confort personal donde nuestra mirada frente al arte es la que vale, o sea, lo que apreciamos (mi arte) es la que el crítico no tiene derecho a sabotear.
EliminarEn cuanto a los críticos, es un tema muy espinoso y por ende te propongo una idea de Eduardo Salles (www.cinismoilustrado.com) que puedes ver en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=pwK3GevO87A
Seguiremos en la reflexión constante, mientras tanto disfrutemos... pero no de mi.arte sino de Mil Artes.
Saludos.
Diego Gómez
www.fanaticoweb.net
En efecto no hay conclusiones que valgan. Sólo preguntas y reflexiones. Y sí, aquí seguiremos. Un abrazo.
EliminarPor cierto mi nombre es Gildardo.
De nada Giraldo jejeje.
Eliminar¡¡Qué bueno, que bueno!! Yo soy una artista también pero para la gente selecta de mi entorno, para los críticos no existo, todo un alivio...
ResponderEliminarTodo un alivio. Pero yo no me considero artista amiga, así que lo que los demás piensen no importa demasiado. Un abrazo.
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