Hablar de "El festín del verbo", sería algo muy elocuente, que
viene como anillo al dedo, cuando nos referimos a toda la flexibilidad y magia
que nos permite el uso del lenguaje. Un uso, que muchos dicen, se ha convertido
en abuso. Pero si somos conscientes de toda la vida (en toda la extensión de la
palabra) que posee el lenguaje, no podemos dejar de apreciar que esto es una
parte necesaria en esta "verbena verbal".
Sería, podríamos decir con una metáfora starwariense: el lado oscuro de la fuerza, en este caso, del
lenguaje. Bastante atrayente para muchos jóvenes padawans y algunos experimentados maestros Yedi. Ambos propensos a perderse ante una visión tan atractiva.
Lo ideal es dejar que fluya la verbigracia, en vez de la
verborrea. Se dice fácil, mas nos damos cuenta en nuestro diario deambular, de
lo extremadamente complicado que esto se vuelve. ¡Calladito te ves más bonito!,
adquiere aún mayor elocuencia después de que escuchamos "desfachatados discursos
disparatados con desplantes displicentes" de algún desubicado verbal.
Pero hay que decir que el tránsito por esta oscura vereda,
deja de lado todos los tapujos sociales que amordazan nuestra libre habla,
nuestra libre expresión, que nos marginan la lengua en pos de lo políticamente
correcto. Así que, cuando podemos escapar a estos inescrutables yugos, hay que
disfrutar el momento y ejercer a conciencia nuestra libertad de hablar.
Quienes se ubiquen en el lado “correcto” de la fuerza –siguiendo con la figura retórica– en otras palabras, el lado más reacio y
conservador, seguramente habrán criticado ferozmente mi cacofonía de párrafos
anteriores. Lo que no cambiará la noción de libertad que del
lenguaje tengo y que seguiré ejerciendo, o al menos, eso espero.
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