¿A cuántas personas que has encontrado en la calle y a las
que les proporcionaste tu número telefónico y quedaron de llamarte para tomar
café o cerveza, no lo hicieron? ¿A cuántas personas que te dio un gusto inmenso
volver a ver, no pudiste ver de nuevo? ¿A cuántos buenos amigos dejaste de
frecuentar, y de repente los recuerdas, nostálgico?
Por lo menos en mi caso, son bastantes. Bastantes personas
con las que tenía una relación cercana, ahora inexistente. Personas con las que
era satisfactorio pasar el tiempo y compartir las risas. Porque al menos cuando
le digo a alguien que me gustaría verlo para charlar un rato, lo digo de
verdad, aunque no siempre es posible hacerlo, y las personas apreciadas se van
acumulando, como los buenos libros o las buenas películas. No alcanza el tiempo
para ver todas de nuevo.
Nos estamos haciendo viejos (exagero, pero es verdad, aunque
a algunos se les nota más que a otros, jajaja) y cada quien ha hecho su vida.
Algunos solteros otros con hijos. Unos más ocupados que los otros, pero cada
uno con asuntos más inmediatos o más importantes, o ambas cosas. Algunos con
parejas celosas o posesivas, otros solitarios sospechosos. Todos con nuevos
amigos y círculos sociales más cercanos: las cervezas de los viernes nos
sorprenden con nuevos compañeros.
Hace unos meses convoqué a mis amigos de la preparatoria a
juntarnos para jugar basquetbol, bueno, a los que nos gustaba jugar. De seis,
sólo acudimos 3. Uno no podía, los otros dos no llegaron, aunque aseguraron que
irían. Los tres que asistimos batallamos un buen rato tratando de encestar en
un aro que parecía cerrarse a nuestros intentos. La verdad es que fue muy
satisfactorio. Después fuimos a tomar algo, a lubricar nuestras gargantas. Pero
esto es harina de otro costal.
Ahora soy muy cercano a mis primos. Pero el convivir con
ellos es dejar de convivir con otras personas, dejar de hacer otras cosas. Cuando
convivía más con mis amigos de la universidad, frecuentaba menos a mis primos,
obviamente. Pero además de lo bien que me siento en casa de mi tía Lupe, ellos
y yo ahora tenemos hijos, hijos que por fortuna tienen edades similares, y que
también conviven. Más Gil y Arón, el hijo de mi primo Chucho.
De hecho, en una tarea escolar Gil tenía que describir a
algún familiar. Pensé que hablaría sobre alguno de sus abuelos o su mamá o sobre
mí, pero después de pensarlo un buen rato, me dijo que quería hablar sobre su
primo Arón. La última frase de la tarea decía: Además de que es mi primo Arón
es mi amigo. Me da mucho gusto que sean buenos amigos.
Y bueno, no sé con quién o quiénes conviva los próximos años.
O a quienes podré ver o tener la suerte de encontrar. Mientras tanto, aquí
seguimos.
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