En cierta reunión de alcoholes, que terminó pasadas las 6 am,
nuestro anfitrión me presumió que había conseguido un cd con todas las
canciones interpretadas por José José, y me retó a que le pidiera la canción
que yo quisiera, para demostrármelo. Superó el reto, ya que todas las canciones
pedidas fueron escuchadas.
A pesar de la opinión de los demás asistentes a la reunión
(fans del progre), escuchamos al príncipe toda la noche. Ciertas canciones,
como El triste, se repitieron hasta 3
veces. Poco después, cuando David me quemó el cd, comprobé que era falso eso de
que ahí iban todas las canciones de José José.
La cosa es que aunque sí conocía yo bastantes canciones del
príncipe, desconocía también bastantes más. Canciones que afortunado descubrí, después
de algún tiempo, escuchándolas de 10 en 10, o de 15 en 15, no s
é en cuánto tiempo.
Todo esto viene a cuenta, porque quería yo hablar acerca de
dos canciones. Dos canciones que descubrí en ese valioso disco. Dos canciones
que me acompañaron en un momento de mi vida. Que me fueron, que me son,
significativas.
La primera es Lo que
quedó de mí. De Roberto Livi. Una canción devastadora, que me leía a la
perfección, que me enseñaba mi vida en ese momento. Una radiografía precisa.
La otra, Alguien vendrá.
De Sergio Esquivel. Optimista. Vislumbrando un horizonte venturoso. Ya llegará
alguien pensaba. Sí llegó a los pocos meses.
Dos joyitas descubiertas.
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