Autores editores
Como ya he dicho, la autopublicación es actualmente el medio por
el cual los autores podemos ver nuestras letras publicadas. Es la libertad para
publicar eso que quizá nadie más publicaría. Pero la libertad requiere
responsabilidad para que no se pervierta.
La cosa es que si uno se lanza por la propia publicación de su manuscrito,
uno debe sustituir todas las partes del proceso de edición. Ya no somos sólo
autores. Debemos ser correctores, editores, maquetadores e incluso diseñadores.
La calidad del libro que vamos a publicar corre a cargo de nosotros y de nadie
más. Está en nosotros que publiquemos un ejemplar de calidad, porque además es
nuestro nombre el que aparecerá en la portada.
La realidad es que entre los miles de libros que se autopublican,
un porcentaje muy pequeño ha sido revisado, editado, corregido y maquetado.
Estos libros no han pasado un mínimo y necesario control de calidad en el que
al menos se revise que las palabras estén correctamente escritas, no hablemos de
calidad literaria o de maestría narrativa. Sólo de simples palabras
adecuadamente escritas.
Leí que alguien escribió que la escritura es una actividad que
requería sobre todo de reescritura. Y es así. Escribir eso que queremos decir
es sólo la primer parte. Falta que revisemos una y otra vez, falta que
corrijamos los errores al teclear y los errores ortográficos. Hace falta pulir
nuestro lenguaje, hasta donde seamos capaces al menos.
Con la ayuda de mis
amigos
Siendo realistas, habrá muy pocas personas que puedan ejercer
todos los roles que he mencionado sobre la edición de un libro. Tendremos
entonces que pedir ayuda. Pero antes de que alguien nos auxilie con la
corrección de las faltas ortográficas y otra persona nos diseñe una portada,
necesitamos que alguien nos lea.
Requerimos de una mirada objetiva sobre el texto que nosotros
hemos leído y releído tantas veces que no podemos ya ver siquiera errores de
dedo que a un nuevo lector le saltan a primera vista. También requerimos una
opinión sincera. Alguien que nos lea y tenga toda la libertad de decirnos si
nuestra historia tiene lógica o si se entiende eso que queremos decir de la
forma en que lo queremos decir. Precisamos de otros ojos en nuestras letras,
una nueva mirada despojada de nuestro ego y vanidad, de nuestro amor propio. Y
claro, también necesitamos humildad y objetividad para recibir la
realimentación que nos proporcionen estos amigos.
Leí en algún lado que no es nada aconsejable que le demos a leer
el manuscrito a nuestra pareja, a menos que queramos terminar la relación.
Puede no ser todo lo objetiva que buscamos, finalmente, se supone que nos
quiere o algún afecto siente hacia nuestra persona; o puede ser también que nos
tomemos personal algo que está estrictamente afuera de la relación sentimental,
que malinterpretemos lo que se nos dice. Creo que es obvio que tampoco este
lector debe ser nuestra madre.
No buscar errores en lo que hemos escrito o creer que no necesita
que nadie le meta mano habla de un ego desmedido de quien ha escrito el libro.
Alguien que creé que lo que ha escrito es perfecto y no hace falta que le
corrijan ni una sola coma. Alguien que piensa que su trabajo es una genialidad
que sólo necesita ver la luz para que el mundo se asombre. O al menos eso
parece.
Si le damos nuestro texto a la persona adecuada y tenemos una
correcta actitud seguramente tendremos beneficios, nuevas visiones y
posibilidades.
Derechos autorales
Hay una cosa importantísima que tenemos que hacer inmediatamente
después de que hayamos terminado de escribir y corregir nuestro escrito, antes
de que cualquier otra persona lo lea. Esto es registrar nuestro texto. Nunca
acabamos de conocer a nadie y como escritores o aspirantes a ello deberíamos
saber que la traición nace con una facilidad increíble de los lugares menos
imaginados. Mejor prevenir y hacer lo que debemos, que mentarle la madre al
hijo de puta que nos traicionó. Por salud, simplemente. Porque es lo que
corresponde con la creación intelectual.
A nuestra disposición está la oficina de Derechos de Autor con
costos según el país en que vivimos pero también hay registros gratuitos por
internet en Creative Commons y Safecreate.
La realidad nos golpea
Anualmente se publican cientos de miles de libros, de los cuales
un porcentaje cada vez mayor corresponde a libros autopublicados. Es de
lamentar que un porcentaje bastante alto de estos libros se publiquen con
bastantes carencias editoriales.
La realidad es que hay ideas y sentencias que flotan en el aire sobre
la poca o mala calidad que “deben” tener las obras publicadas por sus autores.
Opiniones que aseguran que si un libro no fue publicado por alguna editorial es
porque es malo o que si lo tuvo que publicar su propio autor es porque carece
de valores literarios. Estas ideas sólo se fortalecen con cada obra mediocre
que se publica, con cada ejemplar lleno de pifias y con cada libro que desde su
portada vocifera que fue elaborado sin cuidado. Pareciera que grita NO ME LEAS.
No existe el mínimo rigor ni la más pequeña autocrítica. Sólo la
satisfacción de un capricho: ya soy
escritor porque publiqué un libro. Ahora más que nunca, eso no hace a un
escritor.
Y esta situación no ayuda en nada a todos los que estamos
escribiendo y nos preocupamos por hacerlo lo mejor que se pueda, que nos
esmeramos en publicar (en un blog generalmente) textos bien escritos en lo
formal y con alma en su fondo, y que esperamos un día poder ver nuestro trabajo
transformado en un libro que podamos presumir, como ciertas madres presumen a
sus hijos por cualquier red social.
Y que precisamente será mediante la autopublicación que veremos
ese anhelo cumplido.
Así que, como dije al principio de estas líneas,
cualquiera puede publicar un libro. Pero parafraseando a Anton Ego de
Ratatouille: no cualquiera puede publicar un libro pero un gran libro puede
provenir de cualquier parte. O algo así.
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