viernes, 14 de octubre de 2022

No tengo el corazón para decir lo que pienso cuando siento que puedo ofender al destinatario de mi comentario, a quien me pidió mi opinión, a quien valoro tanto como para no querer decirle que se ve terrible con la forma como se pintó la cara, por ejemplo; aunque intenté decir lo que quiero decir de la manera más amable y menos hostil. 

Carezco de las agallas necesarias, porque me acostumbré a usar esa frase de "no tener corazón", para referirme a lo que dije antes, pero ahora me parece que a lo que llamamos tener corazón, poco tiene que ver con aquello. 

Será por eso que también me pasa a la inversa. Me sorprende que mi pareja me diga con la mano en la cintura que, por ejemplo, aquel retrato que pinté no ha quedado parecido a quien se tenía que parecer, claro, cuando yo estoy seguro de que el parecido salta a la vista, que no hay que esforzarse por verlo; pero ella sigue diciendo lo mismo, no sé parece nada.

Qué tanto es un avance el ser consciente de mi realidad, saber que ambas posturas son absurdas, pero comprobar en los hechos, si es que se vuelve a dar el caso, que continúo sintiendo lo mismo.

Quién sabe.


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