miércoles, 3 de noviembre de 2021

cursilerías

"Yo soy un tipo increíblemente cursi, y no lo lamento porque, al igual que el humor, creo que sé potenciar mis cursilerías y mis romanticismos a veces muy baratos y, de alguna manera, convertirlos en otra cosa, una especie de fuerza incontenible de los sentimientos, esa capacidad prodigiosa de reír o de llorar que tienen las gentes sencillas, y que tanto les envidiamos los intelectuales. Mi romanticismo es de baja ley; todavía hoy una balada escocesa cantada con la voz engolada que corresponde, me arranca lágrimas, y una vez por semana salgo llorando del cine o del teatro, es realmente horrible, pero tan hermoso". 

Me siento extraordinariamente identificado con lo dicho aquí por Julio Cortázar en una carta de 1973, donde habla sobre Rayuela, particularmente aquí, sobre el romanticismo de la obra.

Aunque me cueste hablar de mí y definirme, supongo que siempre vendrá a mi mente que me cosidero cursi, que soy cursi. Y que he salido muchas veces de la sala de cine con los ojos todavía mojados por las lágrimas derramadas, y sí, que me parece horrible y lindo, con tendencia sobre lo primero. Tantas veces me parece exagerado cómo me brota la emoción por los ojos. 

Por el ojo. Mi ojo izquierdo, mi ojo llorón. Necesito un grado de emoción superlativo para que me lloren ambos ojos.

Y aunque guarde mis distancias con Julio, alguna que otra vez he convertido eso que cargo dentro en otra cosa. En algo valioso, bello, incluso no me pesa decir sublime; esa fuerza incontenible de los sentimientos a la que se refiere Julio en la carta. 

Lo siento en estos últimos tres años, tanto con los autorretratos como con los versos, pero quizá sólo ahí.

Sé que no tiene nada que ver, pero Julio murió el día que cumplí cuatro años. 

 


 

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