lunes, 8 de noviembre de 2021

perspectivas

Me causaba un problema, no sé ahora si decir que cierta ansiedad, que las vidas de los personajes de las series de televisión siempre terminaran en desgracia. Habia  una posibilidad de hacerla, de lograrlo, de salir del hoyo, de triunfar inesperadamente... pero nunca pasaba. Al final siempre algo salía mal y todos volvían a ser desgraciados. Y se llegaba a estar tan fantásticamente cerca de esa soñada meta que la decepción era, obvio, mucho más estrepitosa.

Ahora pienso que quizá todo ese cúmulo de fracasos era una educación que debíamos tomar y aprender para saber cómo iba a ser nuestra vida. Esa era la base real, la del fracaso, no la de todas las películas que veíamos con finales felices en vidas envidiables, donde por alguna mágica razón, la chica perfecta y bellísima prefería estar con el tipo común y corriente que nos representaba a todos los nadie. Y en esos pobres referentes basábamos todas nuestras expectativas.

Hace poco releía un cuento de Juan José Millás acorde a este divague:

    Ya de pequeña, en los primeros años de mi infancia, comprendí que el ser humano está más dotado para la infelicidad que para la dicha. Por eso me llamaba la atención ver como hombres y mujeres, desde edades muy tempranas, se afanaban por labrarse un futuro feliz. Naturalmente, cuando llegaba el futuro –vacío de placer, pero rico en desventura– caían en profundas depresiones, pues habiéndose preparado para enfrentar la dicha, ignoraban de qué manera se debe manejar el infortunio.




1 comentario:

  1. Pura filosofía de lo que capitalistamente nos venden como lo que debe ser la felicidad y nuestro desencanto por no conseguirla.

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