Me crié en una familia católica. Católica normal – si es que decir esto es válido-, me refiero a que mi familia nunca ha sido fanática: ni partidaria de ir a chalma o de participar en las mayordomías, ni ninguna de esas cosas que hacen algunos católicos, no sé con qué fin.
A raíz de que mi hermana y yo hicimos nuestra primera
comunión, en la familia comenzamos a asistir a misa todos los domingos, ya que
en el catecismo nos enseñaron que era pecado no hacerlo, pecado mortal. En el
catecismo también aprendimos que Dios estaba en todas partes, ya que era
omnipresente, además de omnipotente (había creado todo el mundo en sólo 7 días).
Así que no importaba lo mucho que nos escondiéramos para hacer nuestras
travesuras, Dios nos veía igual.
Dios también sabía que éramos débiles y por eso tendíamos a
pecar. Incluso pecados mortales. Pero como además de las cualidades antes
mencionadas, también era un Dios misericordioso - que incluso había sacrificado
a su único hijo por nosotros – nos otorgaba el perdón de nuestros pecados, a
través de la confesión. Que consistía en contarle nuestras faltas al sacerdote
(menos mal que en ese entonces no se sabía nada aún del padre Maciel y sus
secuaces, de lo contrario no sé si nos dejarían encerrarnos en la sacristía con
el padre para que oyera nuestra confesión), él con el poder que le había
otorgado Dios en persona, podía absolvernos de nuestros horribles pecados, la
única condición era rezar un poco. Tres Aves Marías, o tres padresnuestros.
Yo tenía algunas dudas acerca de Dios. Porque por un lado nos
aseguraban que era misericordioso y bueno, pero en otras ocasiones era un Dios
vengativo. Tengo muy clavada en mi memoria una frase, no sé si de algún
evangelio, que dice: “ahí será el llanto y la desesperación”, se refiere por
supuesto a cuando estás en el infierno, en el fuego eterno. De ahí venían mis
dudas acerca de la verdadera naturaleza de Dios.
Dudas que debía quitar de mi mente de inmediato, ya que Dios
se daba cuenta de todo. Además de que pecábamos de pensamiento, palabra, obra y
omisión. Y aunque yo no sabía qué clase de pecado era el que estaba cometiendo
con mis pensamientos - pecado mortal o pecado venial -, sí me espantaba un poco
el ser descubierto infraganti.
También me preguntaba muchas veces, cómo era posible que
Dios, siendo tan poderoso como era, no fuera el único dios del mundo. Cómo
podía ser que hubiera más dioses. Cómo podía haber gente tan tonta, que no
sabía sobre todas las maravillas que hacía nuestro Dios, y adoraban a otros
dioses; entre otras cosas, condenándose al infierno.
cosas incomprensibles que nos enseñaban... Muchas gracias!
ResponderEliminarAsí es mi querida Jessica. Gracias a ti.
EliminarGildardo, creo que ya sabes que comparto tus opiniones pero permíteme un reproche: te has quedado corto, yo tengo una larga fila de inutilidades y falsedades que me han enseñado y no dudo de que tú también. Algún día quizás podamos sentarnos con un café mediante y darle forma a esa lista.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Jaja, tienes razón Marta. Por eso ha sido el número I. Porque aún tengo muchos recuerdos por comentar. Por eso del café yo encantado, me avisas y nos ponemos de acuerdo. Un abrazo.
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