Ver Te
doy mis ojos es doloroso. Sobre todo si conoces a alguien que vive o vivió
algo similar. Sobre todo si has escuchado a tu madre o tu abuela, una y otra y
otra y una vez más, argumentando lo que esgrime tan convencida la madre de la
protagonista. Duele saber que conoces a alguien así.
Duele creer que alguien diga que aunque le
peguen la quieren. O que porque la quieren le pegan. O que esa tunda que se han
llevado la tenían merecida. Peor aún: Es la voluntad de dios, la cruz que me
tocó cargar.
Ver Te
doy mis ojos es doloroso, pero es necesario. Es una película tan bien
construida, que incluso invita a verla de nuevo. Una película que no da
concesiones, ni un final feliz, porque generalmente en estas circunstancias no
hay finales felices. No aboga por la bondad del ser humano, mas bien conoce las
debilidades de las que adolecemos.
Es triste, pero real. Las personas
difícilmente cambiamos.
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