lunes, 8 de marzo de 2021

Sabes...

 

Sabes que veo porno. Te lo platiqué, no sé si sería más justo decir que te lo confesé, pero siento que eso sería implicar que es algo malo, lo que no creo en absoluto, ni mucho menos, sino la cosa más normal que puede hacer cualquier hombre. Entonces, creo que también sería inadecuado hablar de una confesión, te lo dije, como podría haber dicho que me gusta la lucha libre o el futbol americano. Y aunque por supuesto veo recreaciones del acto sexual más mecánicas que pasionales, lo que más disfruto ver es mujeres que se van despojando de sus prendas en las poses más sugestivas que se les ocurren, a ellas o al bendito y afortunado fotógrafo, que no entiendo cómo puede hacer su trabajo sin tener inconvenientes por la excitación de estar expuesto ante mujeres tan atractivas, y con esa lencería, que aquí sigue arrumbada no sé dónde. Me imagino babeando sin parpadear de ser ese afortunado hombre. Pero me refiero a que no busco filias retorcidas ni actos sonrojantes –qué quieres, mis prejuicios me pesan bastante todavía–. Mira, hasta en mis perversiones soy aburrido.

 

Y resulta que al contrario de la tendencia que sataniza la grasa abdominal, yo disfruto mucho de mujeres con abundancia y exceso de kilos en ciertas zonas de su cuerpo. Qué te digo, sabes que me atraen. Diría que como tú, pero no quiero que tomes como un insulto lo que trata de ser un halago. Es complicado ser la pareja de una mujer con un abundante cuerpo bien formado, con redondeces excitantes y curvas precisas que se avergüenza de él, a la que incluso le molesta que pose mis manos en su panza y acaricie lo que ella llama mis horribles lonjas. Me llega a entristecer mirar a esas chicas que se muestran sin pudor en poses sensuales y coquetas, con lencería bonita, a las que parece que no hace ningún tipo de ruido la forma de sus cuerpos. Y ser consciente que mi bella pareja no me permite siquiera mirarla y admirarla, llenarme los ojos con su cuerpo, que me pide apagar la luz y desviar la mirada, y dejar la lencería donde sea que esté. Lo que daría por poder contemplarte como  hago con esas públicas desconocidas.

 


 

2 comentarios:

  1. Todo es cuestión de gustos y de mentalidad. Ver porno sin ser un adicto a la pornografía no tiene nada de malo. Otra cosa es que esas películas porno proyecten la idea de que la mujer es simplemente un objeto sexual para el uso y disfrute del hombre. Y en cuanto a las redondeces femeninas, también los gustos son variados y universales. Se dice que los árabes aprecian la "gordura" femenina como si fuera el néctar de la sensualidad. Lo importante es no tener complejos ni prejuicios.
    Un abrazo.

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    1. Como dicen ustedes, bueno, no sé qué tanto lo digan los catalanes: para gustos los colores.
      Cosas que se me ocurren mi amigo. Pero claro que me he topado con esa inmensa pena ante la propia desnudez.
      Pienso que la mayoría fuimos maleducados por el porno creyendo que eso era todo lo que había.

      Abrazos Josep.

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