martes, 2 de marzo de 2021

Lugares comunes

El plan era escapar un rato del frío invernal que de pronto se dejó sentir con sus tétricas caricias de helado viento. No mi plan. Yo disfruto esas caricias en el rostro. Mi plan era pasar tiempo con mi prima y mi tía, dos de mis personas favoritas, aquellas con quienes preferiré pasar mis días sobre muchas otras.

 

Mi comisión era llevar las películas. Y no miento cuando alardeo sobre que mi colección particular es mucho mejor que el catálogo de netflix. Así que elegí cinco opciones que satisficieran a los seis espectadores que seríamos. Sé que no todos disfrutan ciertos filmes que a mí me congratulan, así que elegí cosas más, digamos, bonitas. 

 

Una de mis elecciones, y la de mi tía para el primer día fue “Lugares comunes”, argentina, de Adolfo Aristarain. Cinta bastante cursi que por la misma razón disfruto ver. Y curiosamente otra de las películas que llevé fue “El hijo de la novia” de Campanella. 

 

La cosa es que la película me escupió algo que para mí ya era bastante evidente, pero que viéndolo así, en esa forma tan perfecta que tiene el buen cine de hablarnos, me sacudió de cierta manera. 

 

Quiero llegar a viejo de la mano de un amor entrañable. Con alguien que también se siente feliz de hacerlo conmigo. Junto a una mujer que no crea que debe tener secretos para conmigo, que me conoce en todos los gestos y que sabe que le oculto algo porque algo en mi expresión le dice toda la verdad que mis palabras pobremente intenten ocultar.

 

Una vida que desprecia lo mundano y se aferra a lo fundamental de una buena compañía, de familia amigos y gente a la que se quiere a pesar de conocerla. Pero no una vida sin necesidad de adquirir cosas, porque los libros y el cine, son realmente necesarios. Y claro, tener alguien que también los disfrute.

 

 


 

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