La vida, la mía al menos, ha sido como armar un rompecabezas, cosa que disfruto bastante. Uno de esos compuestos por mil piezas distintas.
Intento colocar muchas de las piezas en sitios donde no les corresponde, a veces en más de una ocasión. Neceando, como si hace unos instantes no hubiera tratado de hacer exactamente lo mismo; como si dejando pasar esos segundos, mágicamente la pieza tuviera ya un sitio.
Y después me reprocho la estupidez. "Pero si acabas de intentar ponerla ahí, pendejo".
Pero también hay piezas, cuando llevo armada ya quizá la mitad, que al ver entre todas las demás, sé en cuanto la veo, el sitio que le corresponde. Estoy buscando ciertas piezas para probarlas en una zona, pero en esa búsqueda aparece aquella pieza, esa que sé (aunque en ese instante sólo lo supongo) que va ahí. Y la tomo. E interrumpo la recolección de piezas para verificar si tengo razón, generalmente así pasa.
Eso no impide que un rato después vuelva a necear. Igual que con mi vida.