viernes, 21 de septiembre de 2018

Una noche de insomnio

Llevo casi media hora dando vueltas en la cama. No sé en realidad cuánto tiempo ha sido pero me parece que una unidad mínima de treinta minutos es más o menos el tiempo que ha pasado desde que cerré el libro que leía y me acosté. Parece que el sueño no tiene intención de visitarme en mucho tiempo. Eso siento. Me incorporo sobre la cama, acomodo las almohadas, tomo el control remoto y enciendo el televisor.

Aparece uno de esos pastores brasileños predicando sobre los actos mágicos que suceden en el momento en que decides meter a SU dios en tu corazón (esto es importante, debe ser su dios, no cualquier otro). Una señora de unos cuarenta años habla sobre cómo su vida era desgraciada y triste cuando no había recibido a dios: "y me sentía triste y tomaba alcohol, y mi esposo ya nunca me buscaba mas que para peliarnos, y entonces tomaba más alcohol y me desquitaba de lo que mi marido me hacía pegándole a mis hijos". Nada nuevo, para lo que uno ha visto y escuchado en este país guadalupano.

Debe ser a causa de mi a veces increíblemente insaciable morbo que me quedé viendo el diálogo entre el pastor y la ahora feliz mujer, escuchando cómo su vida y la de su familia (esposo con nuevo y mejor empleo, hijos entrando a la universidad; todos ellos desterrando al alcohol de sus ahora venturosas existencias) habían en efecto sido los beneficiarios de un acto mágico instantáneo –mientras el pastor corregía las imprecisiones en su habla (mi diosito. No es diosito, es DIOS)–, y económico también, si uno se pone a pensar en lo que tuvo que hacer para ser tan agraciada. Sólo asistir a una de las sesiones de la iglesia que estos entusiastas brasileños promocionan. Donde además dicen, no se pide dinero a cambio. Por las dudas yo asistiría sin plata, no fuera a ser la de malas.

Y resulta que cuando la gente va a este templo con estos pastores y participa en los rituales que hacen ahí, y si uno adquiere el dije con agua traída de Jerusalem y bendita por no escuché bien quién debido al trailer que pasó ruidoso mientras eso decían, y si uno deja entrar a dios en su corazón: pues tu vida cambia. 

Mi parte más ridícula y más pragmática también –porque qué hay más práctico que un cambio así– ha trazado un esbozo de ilusión en mí. "Y qué tal que si es cierto". Y qué podría perder si un día me arrimo al templo ese y veo qué pasa. Total, no pierdo nada.

"te hablo a ti, a ti que estás despierto a estas horas de la noche sin poder dormir, a ti que me estás viendo porque dios en su infinita sabiduría ha decidido que cambies tu vida. Nada es una casualidad, todo ha sido ya decidido por el creador, por el dios único y omnipotente que todo lo puede, y si todo lo puede, puede hacerte cambiar a ti y darte todas esas cosas que mereces por ser su hijo. Lo único que necesitas es creer, y tu fe te salvará..."

–No pues ya valió madres. Yo no creo en esas mamadas.

Tomo el control y comienzo a cambiar canal a canal apretando casi mecánicamente el botón que va arriba en el orden de los canales, hasta que, con suerte, encuentro porno. Ahí le dejo. Es porno light, pero el sueño no se ve cercano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario