viernes, 12 de febrero de 2021

41

Supongo que casi todos mis compatriotas habrán imaginado algo gracioso en torno al mítico número 41, número con muchísimo menos glamour que el que lo sigue, retirado de todos los equipos profesionales de beisbol de Estados Unidos. Porque, en este país en el que hasta tu abuela podría alburearte, quién se resiste a bromear sobre la edad que estoy cumpliendo. Y con aquello de la crisis de los 40, pues, todo podría pasar. 

Pero bueno, esa es la edad a la que llego en estos tiempos en que cumplir años pareciera un privilegio mayúsculo. Y cumplir años con plena salud, muchísimo más. Si de por sí me consideraba una persona demasiado afortunada, ahora más, sobre todo conviviendo en un entorno bastante descuidado y con la muerte dando rondas cada vez más cercanas.

También creía de pequeño que tener cuarenta años era sinónimo de ya no ser joven. Pero sé, y veo, que para muchos sí es así. Les han llegado una serie de achaques propios de abuelos y un manojo de excusas frente a cualquier desvelo o vislumbre de borrachera, frente a cosas que dicen ya no estar en edad de hacer. Y en realidad no creo que mi juventud se deba sólo a mi look de jesucristo trasnochado sin cuerpo fit, porque más que la apariencia, me siento joven; a veces demasiado.

Y bien. Creo que mis manifestaciones artísticas recientes me pueden mostrar con mucha mayor precisión que lo que cualquier otra cosa podría, desde hace bastante poco tiempo. He escrito poemas y textos que puedo etiquetar de verdaderos sin enmascarar la palabra. Lo mismo ha pasado con los autorretratos que, siento que pedían salir y decir ciertas cosas que quizá sólo yo pueda ver con certeza. Y finalmente es lo único importante. Que yo pueda conocer a este tipo al que sé que todavía estoy lejos de amar como debería.

Y bueno. Feliz cumpleaños a mí. 


Dentro de un bote lleno de utopías
donde están enterrados varios sueños,
infantiles y torpes mis ensueños
mi tontera poblando fantasías,

la vergüenza por mis carroñerías
deseando que fueran de otros dueños,
tímidos y tortuosos mis empeños:
burdo catálogo de niñerías.

Ahí debí dejar mi gran quimera
los castillos de naipes que he creado
las mentiras que visto de verdades;

lo que ya me pudrió la primavera
mis fantasmas y todo lo que he odiado,
la sal que echa a perder mis realidades.

 


Me duele tanto el corazón que carga
odio, resentimiento, decepciones,
dudas, fracasos, peros, ambiciones,
todos los miedos que la noche alarga.

Es tan constante el hueco que me embarga
cuando me pido las cotizaciones
de lo que pronto muta en frustraciones,
que aunque no quiera, mi existencia amarga.

Mas uno se acostumbra a andar a medias
con todo el cuerpo pululando heridas
sin que la peste inmute nuestra mente.

Con gusto interpretamos las comedias
que en nada nos allanan el presente
y mucho más nos sirven como huidas.




Tú has visto lo que nadie más ha visto
mirado en los rincones de mi alma.
También has visto un cierto mar en calma,
  ni mi madre podría haberlo previsto.

Has visto los desplantes que resisto
paseando mi paciencia en una palma
y luego, siempre algún dolor se empalma
y en instantes me vuelvo el anticristo.

Mis luces y mis sombras se violentan
en un advenedizo claroscuro.
A veces puedo ser inteligente

o rencores sembrar que me atormentan
y de un tajo deshojan mi futuro:
  le pasa igual al resto de la gente.

1 comentario: