martes, 14 de septiembre de 2021

pensamientos

También he comenzado a meditar. Puede que sea ese día el primer día del resto de mi vida. Puede ser. Lo malo de estas cosas, sobre todo en una persona tan perezosa como yo, es que no importa cuantos días lleves haciendo eso que quieres hacer. El día siguiente, hueva más desgano y otras mil cosas más confabulen para que no lo hagas. Los días no se acumulan. Lo que pase en este día sólo depende de este día. Sí, como los alcohólicos. Todo depende de si soy nuevamente capaz de vencerme. Que como dijo quien lo dijo: es la única victoria que vale la pena. El único poder que de verdad importa.

Pero bueno, una forma de meditar es dejar que la mente vaya por donde quiera. Que sea libre. Y precisamente mientras meditaba pensé que ese proceso se parecía bastante a mis sesiones de terapia. Bueno, a las sesiones últimas, a las sesiones que siguieron al día en que Erik me preguntó que por qué preparaba algo para decir. Si lo que debería hacer era dejar que mi mente fuera libre y que hablara de la primer cosa que apareciera en ella. Y sí, desde entonces comencé a hacer eso. Y a experimentar una cierta ansiedad cada que minutos antes de llegar a mi sesión, me llegaban pensamientos sobre algo que parecía interesante para dialogar con él. Qué puedo hacer, soy demasiado cuadrado.

Y hubo días en que de inmediato apareció algo y otros en que me quedé recostado en el diván algunos minutos con la mente en blanco. Y claro, hubo días en que apareció algo salido quién sabe de dónde, pero que, supongo tenía que salir a atormentarme y sanarme, o sólo a dar lata.

 


 

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